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Mark llegó pasada la media noche, bastante agotado.              

Sus piernas y brazos dolían por tirar y cargar equipaje por seis horas seguidas.                 

No sabía que tantos turistas iban a Seúl, y específicamente, a ese hotel, y tampoco cuántas porquerías llevaban en sus maletas por pesar tanto.              

Su turno había terminado a las doce, tuvo que cambiarse, dejando el uniforme allí, y caminar las siete cuadras que lo separaban de la casa de los Lee, suspirando con alivio al sentirse en casa.              

Subió las escaleras sin hacer ruido, yendo hacia el cuarto.              

Encontró a Haechan dormido, abrazando la almohada que él usaba, acomodado en posición fetal en la cama.             

Sonrió con ternura, dejó sus cosas y se desvistió hasta quedar en ropa interior, antes de meterse en la cama.           

Intentó quitarle la almohada a Haechan sin despertarlo, pero el chico se removió, abrazandola aún más fuerte.        

— Mark~— lo escuchó murmurar, mientras hundía su naricita en la almohada.       

— Ya volví, bebé— susurró el pelirrojo, se acercó a él para dejar un beso en su mejilla, para luego dejar otro en sus labios, despertando a Haechan, quien lo miró con ojos cansados, soltando la almohada para estirar los brazos hacia él, abrazándolo en su lugar.      

Mark rió un poco, su novio era tan lindo, y el sueño lo hacía ver más adorable.         

Se acomodó a su lado, y Haechan dejó descansar su mejilla en parte del hombro del mayor, mientras abrazaba su brazo como su fuera un peluche.          

Pasaron unos cuantos minutos en silencio hasta que Haechan habló:         

— Me olvidé, de que tra-bajas— murmuró.         

Mark tardó unos segundos en responder.                      

— Quería volver a casa y estar contigo, pero no podía— sonrió con cansancio.              

Otros segundos en silencio, Haechan quería decirle las noticias desde hacía varias horas.           

— Me dieron un so-lo— dijo el castaño—, de baile, para la mues-tra.              

Mark se giró hacia él para besar su frente y acariciar un poco su cabello.                   

— Mi bebé se lo merece— dijo, haciéndolo sonreír—. Seguro te saldrá perfecto— añadió—, no me sorprendería del mejor bailarín del mundo.                

Haechan se ruborizó completamente, escondiendo su rostro en el brazo de Mark, el pelirrojo apenas lo sintió, a los pocos segundos ya estaba dormido, agotado por el cansancio de su primer día.              

Acurrucado junto al cálido cuerpo de su chico, Haechan tampoco tardó mucho más tiempo en dormirse, con muchísima más facilidad que la que había tenido cuando Mark no estaba con él.

LOUD «𝐌𝐚𝐫𝐤𝐇𝐲𝐮𝐜𝐤»²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora