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Se sentía pequeño, indefenso y frágil.

Primero todo fue oscuro, luego fue comenzando a escuchar más y más ruidos a su alrededor, que lo envolvían, que comenzaron a ahogarlo.

Si ese era el mundo, no le gustaba, era muy ruidoso.

Una gran bocanada de aire lo hizo despertarse, comenzó a llorar como el bebé que era, y escuchó más risas y aplausos, pero no entendía nada de esa situación.

Se vió el los brazos de su madre, ella era joven, hermosa, con una sonrisa tan bonita, unos brazos tan cálidos y unas manos tan suaves.

- Eres un niño fuerte, Haechanie- escuchó, su voz cariñosa, tan tierna.

Estrepitosamente, imágenes de su lejana infancia comenzaron a transcurrir con rapidez, sus primeros pasos, los juegos con su madre, su primer helado y su primera visita al parque.

Se vió tan feliz y contenido entre los brazos de su madre.

- Y... ¿Todavía no habla?

- Nop.

- ¿No tendrá algún problema?

- Sólo se está tomando su tiempo.

- Está bien, pero... ¿Y si tiene algún retraso?

Apenas entendía esa conversación, era muy pequeño para ver el rostro de la señora con la que su madre estaba hablando.

- Haechanie es muy inteligente.

Más recuerdos.

Llegó hasta un salón, con otros niños, que hablaban a gritos con sus vocecitas chillonas.

Haechan quería saludarlos, quería ser su amigo, quería llevarse con todos ellos.

Pero al abrir la boca las palabras se quedaban en su cerebro, sentía su lengua torpe y no podía ni decir un "Hola" decente.

Todos los chicos con los que intentaba hablar terminaban llenos de saliva porque sin querer los escupía en su intento de hablar.

- Mi mamá dice que tienes problemas.

- ¿Es que eres tonto?

- Ni siquiera sabes decir tu nombre.

- ¡Iugh! ¡Maestra! ¡El rarito me escupió!

- Mi papá me contó que te caíste de pequeño, ¿Es cierto?

- Mi primo va a un jardín especial, se parece a tí, ¿Por qué no estás allí?

Haechan no se contenía en llorar, estaba completamente rendido.

Se preguntaba por qué, por qué no podía decir todas esas palabras que en su cabeza sonaban perfectamente.

Llegó a golpearse a sí mismo, frustrado, sufriendo.

Estaba sólo contra todos esos chicos, ellos eran crueles, él no tenía la culpa.

Su madre le enseñó a leer a temprana edad, apenas había cumplido cinco.

Cuando pudo comprender esas letras y esas palabras, no le resultó difícil escribirlas, e intentó hacer amigos con su nueva forma de decir algo.

LOUD «𝐌𝐚𝐫𝐤𝐇𝐲𝐮𝐜𝐤»²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora