Hogar dulce hogar

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Abrazo al último niño después de darle un par de indicaciones a su madre en la salida de la clínica. Por fin es viernes y no volvíamos a la clínica hasta el lunes. Su madre me desea un buen fin de semana, cierro la puerta de la clínica y me uno al resto de compañeras para dejar todo preparado para el lunes. 

- Me encanta ser fisioterapeuta de niños por estas cosas- me dice mi compañera de clínica, Beatriz, enseñándome un par de dibujos que le han regalo sus pacientes. Bea es mi mejor amiga y una compañera para toda la vida.

- Estoy encantada en esta isla, gracias por arrastrarme a esta locura contigo. 

Beatriz se había venido conmigo a las Islas Canarias, específicamente a Tenerife. Las dos venimos de Asturias, yo para evitar volver a mi casa y a mi ciudad natal y ella por vivir una etapa de su vida en la cual lo único prioritario es ponerse morena y ganar dinero, además tenía bastantes seguidores en redes sociales y estaba creciendo con su contenido en la isla. 

Una de las otras razones por la cual se vino, fue que su novio la había dejado después de 6 años de relación por otra. Un verdadero capullo.

- Por cierto, ¿Ya sabes que te vas a poner esta noche? - me pregunta Bea pícara, le guiño un ojo en respuesta.

- Voy a llevar una minifalda y mi top corset de confianza, para alzar el poco pecho que tengo.- Bea y yo bromeamos todo el tiempo entre nosotras por nuestra diferencia física, sobretodo en el tema del pecho. Ella es pelinegra y bajita, con bastante pecho y curvas que rompe cuellos por donde pasa. En cambio, yo soy bastante alta, rubia, y en cuanto al pecho, era bastante plana, como una tabla de surf.

- Tengo que subir de peso - digo formando una mueca de desagrado en la cara, en este último año de carrera, mi salud mental había sido bastante precaria. Me había encerrado en mi misma, me había dejado de cuidar y solo vivía por y para complacer. Bea consuela dándome un abrazo y dejando un beso en mi mejilla.

- Eres perfecta, pero me gusta mucho que empieces a pensar en cuidarte más- me da otro gran abrazo que yo correspondo.

- Demasiada intensa se está volviendo esta conversación para mi ya- me separo en un intento no perder la compostura y largarme a llorar, algo que se me daba muy bien. Bea se despide de mi con un cachete en el culo, ya que ella aun tiene papeleo pendiente en la clínica. 

Habíamos quedado en un par de horas en su apartamento para después salir por un pub que van a inaugurar esta noche y debido a la influencia de Bea, a cambio de subir una historia le habían regalado unas cuantas entradas.

Una vez firmada mi salida de la clínica, paso la tarjeta y me dirijo a mi coche, era un Seat del año de la pera, pero a mi me encantaba, y lo más importante, funcionaba y fue una ganga. 

Antes de arrancar, me hago un moño alto, ya que el calor que hace hoy en Tenerife es más insoportable de lo normal. Admiro el paisaje mientras conduzco sin descuidar mi atención de la carretera, se estaba poniendo el sol, sonaba Normal de Feid de mi playlist, voy tatareando la canción y me entran unas ganas bestiales de salir de fiesta. 

Giro a la derecha en una salida y como no, pasa lo mismo que me lleva pasando toda la semana, una gran masa de personas se apelotona en la carretera en un coche, se trata de Pedri, el futbolista del Barça que estaba pasando las vacaciones de fin de temporada en su tierra. 

- Estoy harta de verdad, todos los días igual, tiene que pararse en medio de la carretera a la misma hora que me quiero ir a casa - digo para mí, de seguro parezco una loca hablando sola. Me cruzo de brazos apoyando mi cabeza en el volante, sin querer le doy al claxon. Todo el mundo desvía su mirada hacia mi.

Lugar seguro | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora