✎ ⁞ 𝟬 𝟮◞

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Se apresuró a colocarse adecuadamente el delantal amarrando las tiras del mismo en su cintura bajo la atenta mirada de su compañero de trabajo. — Llegas tarde.

— El taxi en el que venía casi choca y me quitó tiempo — una vez que el delantal estuvo en el lugar correcto se atrevió a mirarlo. — No es excusa, es aclaración.

Él rodó los ojos, prefirió no decir nada más seguramente se había levantado con el pie izquierdo y no le convenía hacerlo enojar más, ese muchacho era el mismo demonio cuando se lo proponía.

Su mañana marchó con normalidad, los clientes llegaban y se iban después de estar varios minutos disfrutando de un desayuno tranquilo.

— Perdone la tardanza, abuelo, pero todos vienen de un humor que ni siquiera ellos se aguantan. Con decirle que casi me sacan a patadas de la cocina —. bromeó siendo recibida por una cálida sonrisa mientras dejaba la taza de café frente a él al igual que un pequeño plato con pastel de queso con zarzamora.

— Siempre a las carreras, ¿verdad, mi niña? si sigues llevando ese ritmo te harás más vieja que yo —. la joven movió su cabeza en un gesto de negación sin quitar la sonrisa de su rostro.

El señor Manuel era uno de los clientes más importantes de la cafetería; debía tener alrededor de los 70 años y no había día en que no asistiera pidiendo el pastel de queso con zarzamora que según él le recordaba al que su esposa horneaba.

A pesar de su edad era un señor bastante amigable, acostumbraba a llegar cada mañana y esperar sentado en la mesa del fondo junto al ventanal. Nunca mostraba estar enojado, ni siquiera la vez que una de las compañeras de Alina se negó a servirle otra rebanada de su postre preferido con el argumento de que sería la tercer rebanada y el azúcar podría hacerle daño; en su lugar solo se rió y empezó a narrar cuando su esposa lo regañaba porque ella tardaba más en prepararlo que él en comerlo.

Ver a esa adorable muchacha le removía los recuerdos desde lo más profundo de su alma.

Hacía ya muchos años después de incontables intentos por tener una hija junto a su mujer que el cielo los premió con una hermosa niña a la cual amaron y protegieron con todo su ser. Sin embargo, el destino resulta ser bastante cruel con quienes menos lo merecen y un desafortunado accidente automovilístico les arrebató a su pequeña.

En el momento en que Alina se acercó para tomar su orden los ojos del señor Manuel se inundaron y por unos segundos su mente, y posiblemente también su edad, le jugaron mal al pensar que se trataba de su hija; la muchacha se sentó aquel día frente a él preguntando si podía hacer algo para ayudarlo, fue monumental su sopresa cuando él solo pidió que le permitiera llamarla hija.

— Alguna vez escuché que trabajar duro es un lapso de alivio a todas nuestras preocupaciones ¿qué piensa usted de eso?

El anciano se quedó mirando a la nada durante unos breves segundos para luego responder con ese tono tan pacífico que le caracterizaba. — La vida es más corta de lo que piensas, hija. No debemos desgastarla en solo trabajar; eres muy joven y entiendo que quieras salir adelante pero tampoco debes olvidar tus emociones, creo firmemente en que la salud mental es lo que más debe importar para una persona —. ella terminó de escucharlo completamente embobada por tan certeras palabras, deseaba poder tener toda esa tranquilidad algún día.

— Monroy, no te pago para platicar —. la fuerte voz de su jefa la sobresaltó, hizo una mueca graciosa que solo fue vista por el señor frente a ella y se encogió ligeramente de hombros con notable diversión.

— Disfrute su postre, abuelo.

— Cuidado con el diablo, hija —. murmuró refiriéndose de esa manera a la jefa de la muchacha.

El resto de su jornada se mantuvo bastante pensativa sobre las sabias palabras del señor Manuel.

Trabajar toda la semana en un total de casi  10 horas diarias era demasiado agotador, pero debía hacerlo: los lunes y martes se presentaba a las 8 am en la cafetería terminando su turno cerca de las 6 pm, eso cuando no debía doblar turno porque necesitaba la paga extra.

El resto de la semana, es decir, de miércoles a domingo, trabajaba solamente de 9 de la mañana a la 1 de la tarde; aprovechaba para ir a casa y darse un baño antes de entrar a trabajar en el Barra Negra en punto de las 3 pm hasta las 8 pm. De vez en cuando se quedaba un poco más para ayudar en lo que pudiera a Gerardo, era lo menos que podía hacer pues siempre había sido un jefe admirable.

Estaría eternamente agradecida con él, fue la única persona que accedió a darle una oportunidad a pesar de aún ser menor de edad. Recordaba claramente el cosquilleo en sus manos y estómago por los nervios de pensar en hacer algo mal y echar todo a perder.

Para su buena suerte, era lo bastante adaptable a nuevos entornos y aprendía rápido solo fue cuestión de una semana para ser capaz de mantener el mismo ritmo que los demás empleados.

Suspiró, estaba consciente de que si seguía a ese ritmo un día terminaría volviéndose loca; tal vez de esa manera podría descansar y Angi iría a visitarla para chismosear un buen rato.

Se le escapó una leve risa al imaginarse ese escenario, aquel gesto no pasó desaparecido por los que estaban más cerca de ella; se dio cuenta de ello cuando los observó mirándola con extrañeza haciendo que sus mejillas se le pusieran coloradas.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora