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El arquero lo miró esperando a que se decidiera a hablar, se sentía contento de que Diego quisiera platicar con él; no le pareció extraño pues seguramente ocupaba un consejo serio y si hablaba con Edson o Guardado solo recibiría burlas hasta hacerlo avergonzar.

— A un amigo le gusta una amiga, pero él no sabe cómo decirle sin que su amistad se vaya a la chingada —. empezó a hablar el más bajo tratando de no ver directamente a Memo a los ojos para evitar ponerse más nervioso de lo que ya estaba. — Ya me preguntó a mí sobre qué hacer pero nunca he pasado por algo así entonces no sé qué decirle.

Memo asintió terminando de escucharlo y se llevó una mano a la barbilla mientras pensaba la respuesta que le daría; a decir verdad a él no le había pasado algo similar por lo que era un tanto complicado saber exactamente qué decir.

— Bueno, Dieguito... creo que lo más indicado es empezar a darle señales de sus verdaderas intenciones, no digo que lo haga de forma inmediata eso podría salir mal —. Diego lo miró con una leve mueca después de oír su última frase. — Puede empezar con cosas sencillas, invitándola a comer, a bailar o a algún lugar que a ella le guste pero solo deben ir ellos dos. También puede darle pequeños detallitos que a ella le gusten: flores, dulces o algo así, nada extravagante sino se va a sacar de pedo.

Diego asintió mientras iba tomando su nota mental y se repetía las palabras clave con el propósito de memorizarlas. No podía invitarla al cine debido a que solo pasaban funciones de estreno y su amiga disfrutaba ver cualquier película animada de Disney pero no veía viable proponerle verlas en casa ya que Angi podría hacer acto de presencia y ya no serían solo ellos dos.

Pensó un poco más allá.

A Alina le gustaban los tulipanes, tal vez podría regalarle un ramo; las hortensias azules también estaban entre las flores que más le gustaban.

¿Pero cómo se decidiría en cuáles darle?

Instantáneamente su cabeza hizo click al recordar que, por sobre todas esas flores, las rosas japonesas ocupaban el primer puesto dentro de su favoritismo; podría buscarlas en tonos morados o lilas, el lila era su color preferido.

Ochoa se quedó mirándolo con atención, tratando de no reírse por la evidente ensoñación del menor. — Y dime, Dieguito, ¿esa chica es linda?

— Es preciosa, tiene una sonrisa muy bonita y sus ojos son tan... — dejó de hablar cuando se dio cuenta de que se había echado de cabeza él solo, sintió sus mejillas calentarse por la pena cuando Memo empezó a reírse de él.

— Te recomiendo que no hables así de ella enfrente de tu amigo, puede que se enoje y mucho —. le fue imposible no burlarse un poco por la bochornosa situación con el menor. — ¿La conocemos?

— No, pero si todo sale bien lo harán pronto —. le aseguró sin poder ocultar su sonrisa.

¿Por qué se sentía así?

Ya había estado solo con ella infinidad de veces y nunca se sintió de esa manera, claro que ahora que se dio cuenta de que le gustaba todo cambió en él como si un tornado hubiera alterado sus emociones dejándolas de cabeza.

Las palmas de las manos le sudaban a pesar de que las secaba constantemente contra la tela de su pantalón.

Tal y como lo había pensado en la tarde durante su plática con Memo, se decidió por comprar un bonito, y nada exagerado, ramo de rosas japonesas en un color lila muy bonito; llegó a la puerta del departamento de su amiga y tomó una enorme bocanada de aire que detuvo por breves segundos en sus pulmones para luego exhalarlo preparándose mentalmente para no decir alguna estúpidez.

En el tiempo que Alina tardó en abrir se inventó un sinfín de mentiras sobre por qué le había llevado flores, pero en cuanto la vio abrirle todas y cada una de ellas se esfumaron dejándolo completamente en blanco.

¿Acaso podría verse más hermosa?

Llevaba puesto un pants holgado de tela delgada y una playera con el logo de una película de Marvel que le quedaba como dos tallas más grandes; su cabello estaba acomodado en una bonita trenza despeinada de la que se salían pequeños mechones enmarcando su cara. Se centró en su rostro, tenía los ojos soñolientos y sus mejillas tenían un bonito tono carmín provocado por su reciente siesta.

— Recuérdame darte una llave, esto de alterar mi sueño ya no es tan divertido como antes —. sin esperar respuesta de su parte, recortó la distancia entre ellos para recibirlo con un abrazo, el cual él aceptó con una sonrisa de oreja a oreja y la abrazó como tantas ganas había tenido de hacerlo durante todo el día.

Sin despegarse de ella dio pequeños pasos para poder cerrar la puerta y dejó un suave beso en su coronilla. — Debí avisarte, perdón —. su amiga negó haciendo una seña con la mano para que no le diera importancia y suspiró.

— ¿Cómo es que siempre hueles rico si nunca te bañas? —. bromeó sacándole una fuerte carcajada sintiendo a su amiga aspirar el aroma de su sudadera.

— Mi mamá dice que es un don —. respondió acariciando su cabeza hasta que ella se separó del abrazo.
— Saliendo del entrenamiento pasé por la florería y fue imposible no acordarme de ti cuando las vi —. dijo entregándole las flores. La reacción que obtuvo en respuesta no se comparaba a nada que hubiera visto antes, la vio mirar las flores con tanta admiración tomándolas con una delicadeza que le enterneció.
— Es pequeño pero pensé que tal vez te gustarían.

Su sorpresa fue mayor cuando la sintió lanzarse sobre él dándole un abrazo lleno de ternura, uno que desde luego no dudó en corresponder de la misma manera alzándola un poco hasta que sus pies dejaron de tocar el piso.

— Están preciosas, Diego  —. la joven besó sonoramente su mejilla, agradecía aún estarla abrazando, de esa forma ella no notaría su repentino sonrojo.
— Gracias.

Alina se separó no sin antes dar otro beso en su mejilla, negó con diversión al verla correr a la cocina cual niña pequeña para ponerle agua al florero y poder acomodar las flores. — ¿Cómo te fue en tu entrenamiento? me imagino que tienes hambre —. dejó el florero sobre la mesita de centro y lo miró.

— Me fue bien, estuvo bastante pesado pero no podemos bajar el ritmo —. explicó haciendo una mueca graciosa que la hizo reír por lo bajo. — Y sí, la verdad es que tengo mucha hambre, si no como nada pronto posiblemente me ponga insoportable —. dramatizó palmeando su estómago un par de veces.

— Ven, te prepararé algo antes de que te conviertas en Gruñoncito —. la joven lo tomó de la mano entrelazando sus dedos para guiarlo con ella a la cocina.

¿Cómo no podría gustarle alguien como Alina? era la ternura personificada.

Se preocupaba por él y aunque sus acciones hacia su persona fueran sin ninguna intención romántica de por medio, a Diego le gustaba imaginarse que tal vez sí la había.

Estaba decidido a hacer todo necesario para ser correspondido.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora