✎ ⁞ 𝟯 𝟲◞

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— ¿Cómo se te ocurre dejarlos solos, Angélica? —. la mencionada abrió la boca con indignación.

— Porque dijeron que... ellos... son amigos, Diego ¿qué se supone que debía hacer? ¿negarme y obligarlos a estar en la sala como niños de doce años? —. respondió mientras lo seguía escaleras arriba, se veía enojado y la ojiverde no entendía la razón. O tal vez sí, pero aún así no hallaba coherencia con que Diego estuviera celoso de Sebastián, al final de cuentas, y hasta donde ella sabía, Alina y él eran solamente amigos.

— ¿Lo dices en serio? —. alcanzó a escuchar desde las escaleras.

Ni siquiera se tomó la molestia de tocar o anunciarse, simplemente agarró el picaporte de la habitación de Alina y abrió la puerta esperando por encontrarse con alguna escena que pudiera terminar de aumentar su enojo o, en su defecto, entristecerlo.

— Claro que lo digo en serio, eres realmente guapo y cualquiera quedaría fascinada por solo verte —. su boca, que recién se había abierto para hablar, se cerró de inmediato al ver a los dos jóvenes frente a él.

Observó detenidamente al rizado de pie con una expresión un tanto nerviosa y los pómulos ligeramente rosados a causa de su sonrojo por estar siendo tratado como un niño pequeño; no perdió tiempo y centró su atención en su novia, que miraba sonriente a su amigo sin dejar de mover sus manos sobre el cuello de su camisa, dejándolo perfectamente acomodado.

Él mismo se maldecía por ser de esa manera y aunque estaba trabajando muy duro en su tarea de tolerar más a Sebastián, siempre había algo que lo hacía sentir inseguro; debía mejorar en ello, de no hacerlo posiblemente Alina terminaría fastidiándose de sus celos absurdos y lo dejaría antes de siquiera poder presentarla con sus padres.

— Diego, hola. Tuve la oportunidad de ver el partido de hace unos días y la verdad me sorprendí, juegas bastante bien —. se sentía la peor persona del mundo por no intentar al menos llevarse bien con él, hablarle y no solo responderle con monosílabos; Sebastián era un muchacho asombroso y sí llegaba a entender por qué Alina lo apreciaba tanto.

— Gracias, qué bueno que te haya gustado —. respondió sincero ante su comentario. No quería seguir viendo al de ojos verdes pero tampoco quería mirar a su novia directamente, y menos por la expresión que tenía.
— ¿Qué se supone que hacen? —. preguntó con interés, teniendo extremo cuidado en no sonar borde para evitar que Alina se enojara.

— Tengo una cita y Ali me ayudaba a no verme tan mal —. rió bajo y en ese instante, Diego sintió su alma regresar a su cuerpo, al parecer sus suplicas habían sido escuchadas al fin.

— Ni siquiera acabando de levantarte te ves mal —. su ceño se frunció ante la respuesta de Alina.

¿Cómo sabía ella que se veía bien cuando se despertaba?

Una vez más, volvió a regañarse obligándose a sacar todas esas preguntas raras de su cabeza.

— Lo dices porque eres mi amiga —. el tono que usó el rizado lo hizo reír levemente, llamando sin intención la completa atención de su novia. — Te ha dicho lo mismo a ti ¿no es así, Diego? —. él negó entrando a la habitación para sentarse en la cama de Alina como si fuera suya.

— Nunca, a mí siempre me dice lo ojeroso que me veo —. bromeó haciendo reír al más alto.

— Fue una sola vez, Lainez —. se defendió la joven mirándolo con los ojos entrecerrados. — Y sí tenías unas ojerotas, pediste mi opinión sincera y te la di.

— Aunque me gustaría quedarme a molestar a Ali, no puedo. La primera impresión siempre cuenta —. el menor dejó un corto beso en la sien de Alina y se despidió del castaño con un movimiento de mano y una amigable sonrisa. — Te veo luego, Diego, suerte con doña neuras.

Alina lo manoteó en el estómago y dejó que Angi entrelazara su brazo con el de Sebastián, guiándolo hasta la salida mientras le daba miles de consejos sobre qué y qué no hacer frente a la cita del rizado, además de cuchichear con él para intentar sacarle información y saber si conocía a la chica o era una completa desconocida.

Sintió hormiguear sus manos de puro nerviosismo cuando vio a Alina cerrar la puerta y girarse a él, mirándolo con ese semblante neutral que le intimidaba más aún que sus ojos serios, sin ese brillo tan bonito que solía tener en ellos; luchó consigo mismo por no hacer contacto visual con ella en un desesperado intento por huir de su próximo regaño.

— Creí que ya había quedado claro todo lo de Sebastián ¿por qué te sigues poniendo así? —. para su buena suerte, Alina no era una persona que se enojara tan rápido o que tomara medidas drásticas cada que algo no le agradaba, sino todo lo contrario; ella siempre hablaba de forma tranquila para solucionar los problemas fácil y rápido sin que ninguno de los involucrados se sintiera mal.

— Perdón, en serio, perdón —. no se levantó de su lugar, se sentía como un niño regañado y no era para menos, Alina en todo momento se había encargado de asegurarle la relación meramente amistosa entre ella y Sebastián, pero aún así él seguía molestándose; era algo que quería alejar completamente de él, aunque aún no sabía exactamente cómo hacerlo.

— Cielo, ya hemos tenido esta conversación muchas veces y realmente quiero ayudarte para que ya nada de esto te moleste pero no sé cómo —. ella se acercó hasta sentarse a su lado, sobre la cama; Alina tomó su mano entrelazando sus dedos, empezando a dar tiernas caricias sobre su dedo pulgar. — Necesito saber qué es exactamente lo que te molesta, Diego.

El castaño no respondió, no porque no quisiera sino porque no sabía con certeza qué era lo que le causaba esa inseguridad sobre que Alina fuera amiga del simpático rizado. Aunque tenía varias ideas en mente: Sebastián era más alto que él e inclusive reconocía que era más guapo y también estaba el hecho de que el de ojos verdes solo la había hecho sonreír desde que se conocían, a diferencia de él, que ya una vez provocó que se enojara; pero no le diría eso, quedaría como un tarado ante ella por estarse comparando y no dudaba que Alina lo regañara por ello.

-— ¿De verdad nunca pasó nada? —. alcanzó a ver por el rabillo del ojo cómo se removía ligeramente para mirarlo. — Lina, confío en ti, sé que nunca harías algo para lastimarme o hacerme sentir así, pero...

— Nos besamos —. le soltó de golpe haciendo que se girara de inmediato a verla, ni siquiera sabía que expresión poner ante su confesión. — Todavía no éramos novios, ni salíamos ni nada de eso. Fue la vez que discutimos, estábamos platicando y pues... pasó.

— ¿Por qué me lo estás diciendo hasta ahorita? —. no mentiría, le dolió enterarse de aquello pero ciertamente lo tranquilizaba el hecho de que ocurrió mucho antes de que ellos empezaran a verse como algo más que amigos, o al menos Alina, ya que él tenía muy claro lo que sentía por ella desde antes de su discusión.

— Precisamente por este tipo de cosas, Diego. Sebastián y yo hablamos seriamente sobre eso y ambos coincidimos en dejarlo en el olvido —. su novia se encogió de hombros y con su mano libre lo tomó delicadamente de la barbilla, haciendo que la mirara. — No importa lo que haya o no haya pasado con él.

— ¿Te gustó? —. preguntó apenas audible, dejando que Alina acariciara su mejilla con ese cariño que tanto adoraba.

— Sí. Pero siendo honesta me gustó más el tuyo, y eso que te vi vomitar después —. su sonrisa ladina y el tono cómico en su voz lo hizo reír, suspiró cuando sintió un pequeño y tierno beso sobre sus labios. — Eres tú quien me gusta, Diego, por eso estoy contigo.

No había ninguna razón para seguir poniéndose celoso de que Alina tuviera un fuerte lazo con Sebastián, ella le decía que lo prefería a él y eso era más que suficiente para dejar de sentirse inseguro.

Era su novia y la conocía tan bien para darse cuenta que jamás lo lastimaría.


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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora