✎ ⁞ 𝟰 𝟰◞

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Nunca creyó volver a poner un solo pie en un lugar así, cada que intentaba regresar se veía obligada a salirse de inmediato al tener ese sentimiento de impotencia, recordando día tras día el desafortunado momento que hizo añicos el resto de sus ilusiones.

Pero esta ocasión todo fue distinto.

No hubo ningún ataque de ansiedad, ni sintió pánico alguno al escuchar el ligero rechinar de los aparatos.

Era imposible ver todo su alrededor sin sentir melancolía, mente se llenó de un sinfín de momentos maravillosos que vivió en la que había sido, hasta ahora, la época más feliz de su vida.

Se veía a sí misma balanceándose de un lado a otro sobre las barras asimétricas, volvió a tener esa ligera sensación de vértigo cada que giraba en el aire y estaba segura que nunca olvidaría la vez que uno de sus antiguos compañeros intentó enseñarle a dar vueltas en el caballo con arzones, ese día terminó con las muñecas terriblemente adoloridas.

Resultó ser que Lili tenía un genuino interés por la gimnasia y, a pesar de que existía la probabilidad de que Alina se sintiera mal por estar de nuevo en un centro de entrenamiento, no dudó en llevarla a que practicara y se divirtiera un rato.

La menor la había cuestionado sobre si a ella le gustaba aquel deporte y Alina no pudo mentir. Empezó a contarle sobre lo bien que se sentía cuando daba vueltas en el aire y le narró una variedad de anécdotas de su etapa como gimnasta, evitando por completo el tema de su accidente y su miedo por volver a lastimarse.

Lili la escuchaba fascinada, deseando poder competir algún día como su nueva amiga lo había hecho hace muchos años. No desaprovechó la oportunidad y le pidió que le enseñara, algo a lo que Alina no pudo negarse al ver su rostro lleno de ilusión.

No tenía idea de cómo aquella niña logró sacarla de su zona de confort a tal grado de hacerla retomar su actividad favorita, ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de poder lastimarse por no haberlo hecho en años.

Alina pensaba firmemente que solo lo hacía para ayudar a la menor e ignoraba completamente que, en realidad, Lili solo había sido el pequeño empujón que necesitaba para que se diera cuenta de lo mucho que extrañaba la gimnasia.

Le mostró lo esencial, empezando por subirse de forma correcta a la viga para no caerse y le explicó los requisitos que pedían durante las competencias; sin darse cuenta que, a lo lejos, dos personas mantenían toda su atención en ella y en Lili.

— ¿Quién es la extraña que está ocupando nuestra viga? —. la mujer junto a él se encogió de hombros, sin tener idea de  qué responderle pues desconocía completamente a la joven que ayudaba a una de las alumnas más pequeñas a mejorar su mortal al frente sobre la viga de equilibrio. — ¿Es la nueva entradora? se vé muy joven para serlo —. estuvo a punto de llamar su atención pero al ver aquel flic flac que la joven realizó sin titubear en el estrecho espacio del aparato, varios recuerdos de un par de años atrás llegaron a su mente.

Aquel movimiento era uno bastante básico en el amplio repertorio de la gimnasia artística, pero hubo algo en su manera de saltar y aterrizar que le removió todos y cada uno de sus pensamientos.

¿Sería posible que fuera ella?

La muchacha fue jalada con efusividad por la niña que la acompañaba hasta el amplio piso adaptado para realizar rutinas de suelo, alcanzaba a escuchar su voz aguda pidiendo que le enseñara a dar más vueltas, la mayor finalmente cedió y se posicionó en una de las esquinas. En ningún momento apartó la vista de ella, ni siquiera cuando corrió con rapidez y con facilidad ejecutó un rondat con flic flac seguido agregando un mortal antes de aterrizar sin ningún problema.

— ¡Paulette! —. la llamó en tono alto, lo suficiente para que ella lo escuchara y cualquier duda lo abandonó cuando la vio girarse, buscándolo. Sin pensarlo dos veces se acercó a pasos rápidos, casi corriendo.

Alina se quedó quieta en su lugar, no podía simplemente alejarse de ahí, si lo hacía se vería muy grosero e infantil de su parte, además de que la pequeña Lili no tenía ninguna intención de irse de ahí tan pronto y siendo honestos, no sería justo para ella.

No hacía falta verlo fijamente para saber que era él, podría reconocer esa voz en cualquier lugar.

— Tanto tiempo y aún lo haces ver tan sencillo —. la joven le dio una pequeña sonrisa y se levantó del suelo para ponerse frente a él.

— De eso se trata, hacerlo ver bonito mientras te mueres del dolor —. respondió sacándole una amplia sonrisa al citar una de sus tan comunes frases.

El hombre terminó de cortar la distancia y la envolvió en un abrazo, una acción que hizo sentir a Alina como si fuera una niña otra vez. Se aferró a él con fuerza luchando internamente para no llorar, lo había extrañado mucho.

Gabriel Montoya seguía teniendo ese porte serio e intimidante, se le reconocía por su carácter imponente y estricto que en diversas ocasiones lo había orillado a tener conflictos con otros entrenadores en razón de su perfeccionismo; pero para Alina, él era lo más cercano a una figura paterna.

Se la pasaba pegada a él cuando era niña, siempre siguiendo su ejemplo y tomando en cuenta todos sus consejos o correcciones cada que aprendía un ejercicio nuevo.

No solo era su entrenador, también era su refugio.

Con él podía desahogar todas sus tristezas sin temor a que sus sentimientos fueran rebajados, incluso había implementado diversas actividades antes de cada entrenamiento donde el principal objetivo era desprenderse de lo negativo y centrarse en lo positivo para llevar un mejor control de sus emociones.

Lo más importante para él, era el bienestar mental de sus alumnos.

Y él, desde el primer instante en que vio a la pequeña Alina de solo cinco años de edad jugando sobre la viga de equilibrio se dio cuenta de su potencial, de todo el talento que tenía dentro de ella esperando a ser utilizado y aprovechado al máximo. No dudó ni un solo instante en ofrecerse a ser su entrenador y pudo ver, a través del brillo de sus ojos, que practicar la gimnasia era algo que la hacía inmensamente feliz.

No solo lo disfrutaba, lo amaba.

Su nostálgico reencuentro pronto se convirtió en un intercambio de historias sobre lo que ambos habían estado haciendo a lo largo de esos años, Alina le comentó también sobre su relación con Diego y Gabriel no podría estar más contento de que aquella niña a la que vio crecer, tuviera alguien a su lado que la quería y, sobretodo, que la respetaba.

Lili pedía que le contara cómo era Alina cuando entrenaba y él se aseguraba de decirle todo con lujo de detalle, haciéndola ruborizarse cada que utilizaba algún adjetivo que destacaba la facilidad con la que realizaba sus rutinas.

— Hubo un punto en el que pensé que Pau comía ligas —. la menor se reía a carcajadas por el reciente comentario del entrenador.

Su celular vibró dando señal de que Diego la esperaba afuera del centro de entrenamiento para llevarlas a casa, el tiempo se le había pasado volando.

La joven se levantó del cómodo piso y se estiró. — Me encantaría seguir hablando pero...

— No hay que hacerlo esperar —. completó la oración sacándole una sonrisa divertida. Sin esperar respuesta por parte de Alina, imitó su acción y la abrazó despidiéndose de ella. — Me dio gusto verte, Pau, si algún día quieres volver... —. del bolsillo de su sudadera sacó uns pequeña tarjeta y se la entregó con una sonrisa. — Las puertas de mi gimnasio siempre estarán abiertas para ti.

— Gracias —. murmuró abrazándolo de vuelta, al separarse alcanzó a ver la silueta de su novio justo en la entrada.

Mientras caminaba hacia la salida no pudo evitar pensar en qué podría pasar si accedía a retomar el deporte que amaba, ya no tenía ningún bloqueo mental y no se sentía tan oxidada como para empezar de cero.

Si aceptaba tendría que trabajar lo máximo posible para retomar su nivel competitivo y tal vez recuperaría toda la confianza en sí misma para volver a perseguir su mayor sueño.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora