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No podía sacarse de la cabeza la imagen del moreno mirándola fijamente con esos ojos tan enfurecidos que podrían atravesarla en cualquier momento junto a sus cejas fruncidas que le daban una apariencia más intimidante ¿cómo era posible que una persona que media casi lo mismo que ella le llegara a resultar aterradora?, juraría que sus dientes incluso llegarían a romperse por la tensión ejercida en su mandíbula, apretándola con fuerza.

Nunca lo había visto así de enojado, mucho menos con ella.

Estaba acostumbrada a verlo siendo cariñoso y él se aseguraba de hacerle saber el aprecio que le tenía en cada una de sus muestras de afecto, gestos simples como abrazos y suaves besos en su cabeza que siempre recibía gustosa pues sabía que eran totalmente sinceros.

Aunque sonreía y hablaba animadamente con los presentes en la mesa no podía evitar sentirse entristecida por su última discusión con su amigo; no le gustaba en absoluto esa extraña sensación de vacío dentro de su ser.

Intentaba convencerse de que no había sido su culpa, fracasando olímpicamente cada que su voz enojada volvía a su mente, taladrándole una y otra vez hasta que se cuestionaba sobre todo lo ocurrido.

¿Acaso había hecho algo mal hasta el punto de llegar a molestarlo?

Trató de borrar todo eso de su memoria aunque fuese por un instante, imaginándose que Diego le había ayudado a elegir qué ponerse y luego le proponía hacer algo los dos solos en lugar de reclamarle cosas sin sentido.

Sintió una mano sobre su rodilla obligándola a salirse de su ensoñación, el rizado la miraba con ojos preocupados.

Lo miró mostrándole una amplia sonrisa, asegurándose de convencerlo de que todo estaba en orden, él la había invitado con tanta emoción a esa comida con sus padres, no merecía pasar un mal rato por culpa de sus problemas.

— ¿Estás bien, Ali? —. murmuró el de ojos claros en un volumen tan bajo que solo ella lo escuchó.

Alina asintió poniendo su mano sobre la contraria dándole un suave apretón y alzó la mirada para verlo con una expresión calmada. — Estoy más que bien, Sebas, tranquilo —. mintió. Sebastián suspiró mirándola fijamente a los ojos, sabía que no lo había convencido del todo.

— ¿Segura? si no te sientes cómoda podemos irnos —. el rizado aprovechó la conversación entre sus padres y su hermano para hablar con más tranquilidad con Alina. — Lo único que me importa es tu comodidad, ángel —. la joven negó encogiéndose de hombros y logró sacarle un suspiro cuando ella apartó uno de sus rizos dorados de su rostro.

— Estoy bien, lo juro —. solo diciendo eso lo convenció, se sentía mal por mentirle pero no se lo llevaría entre los pies solo porque era una tonta niña sentimental que no sabía alejar los problemas de su cabeza cuando era necesario.

— Casi no has comido nada, Ali ¿no te gustó? —. la madre de Sebastián la miró con preocupación sintiéndose aliviada cuando la vio negar con una sonrisa.

— Le quedó delicioso, señora —. afirmó la joven antes de tomar de su jugo de naranja.

— Si quieres más, me dices, hay suficiente como para un ejército —. comentó soltando una suave risa.

— Gracias, pero si le soy sincera ya me llené. Tiene que darme sí o sí su receta.

— Qué bueno que lo dices, má, porque yo sí quiero más —. dijo Rodrigo, el hermano de Sebastián, sobándose el estómago con una mano mientras que con la otra señalaba su plato ya vacío.

— Hay para todos menos para ti, ya llevas cuatro platos, tragón —. le dijo el padre de Sebastián dándole un leve golpe en la nuca.

La familia de Sebastián eran personas muy agradables.

Mariana era toda la perspectiva que tenía Alina sobre cómo debía ser una madre: atenta, cariñosa, comprensiva. Desde el momento en que la vio se dio cuenta del inmenso amor que sentía por sus hijos, y no dudó ni un solo segundo en empezar a tratar a Alina como una hija más.

Por otro lado, Adrián, era un hombre tan simpático como pocos que ya había conocido, muy respetuoso y durante un momento específico de la comida se dedicó a expresar abiertamente la admiración que sentía por las mujeres, asegurando que las veía como el sexo fuerte. Aunque eso era algo que Alina ya sabía pues Sebastián se había encargado de contarle lo necesario para no llegar a conocerlos sin saber absolutamente nada y no sentirse desprevenida.

Y al último, pero no menos importante, estaba Rodrigo, su hermano menor.

Era muy parecido a Sebastián y, a pesar de ser solo un año menor, tenían la misma altura. Había bromeado con ella sobre su capacidad de conseguirse a alguien mejor que su hermano, poniéndose a él como primer y mejor prospecto. Era muy alegre y definitivamente él era el hermano extrovertido.

Se sentía aliviada de que la comida transcurriera de maravilla, todos y cada uno de ellos se habían asegurado de que estuviese cómoda haciéndola sentir como si fuera su propia familia.

Claro que eso era muy sencillo tomando en cuenta la familia de Alina, a la cual ni siquiera estaba segura de poder llamarla de esa manera.

El resto de la tarde se pasó volando entre conversaciones comunes y comentarios vergonzosos que Rodrigo soltaba para que su hermano mayor se apenara frente a Alina, pero de alguna u otra forma él lograba contraatacar haciendo que el menor se ruborizara incontables veces a pesar de asegurar que no le daba vergüenza.

Era curioso cómo había empezado su día, discutiendo enojada con el que consideraba su mejor amigo; y terminó entre alegres risas en compañía de personas increíbles que acababa de conocer.

Al parecer el universo le había compensado dándole esas horas de diversión con Sebastián y su familia que sin duda alguna se ganaron su estima en menos de lo que esperaba gracias a su calidez y el ambiente de confianza que le regalaron desde que cruzó la puerta de entrada.

Cerca de las diez de la noche ya estaban ambos afuera del departamento de Alina cuchicheando sobre lo agradable que había sido ir a conocer a la familia de Sebastián y sobre lo feliz que él se sentía por saber que a ella le habían agradado.

Hablaban en murmullos tratando de no reírse tan alto para que los vecinos no salieran a correrlos del pasillo por andar de escandalosos; Alina estaba recargada en la pared y Sebastián se encontraba de pie frente a ella ligeramente encorvado por la diferencia de alturas, uno de sus brazos descansaba apoyado sobre la pared empujando con suavidad haciendo que se meciera levemente de adelante hacia atrás.

Ambos soltaron una carcajada silenciosa cuando el de ojos claros mencionó la anécdota sobre Rodrigo que su padre contó haciéndolo avergonzar, la historia no era tan graciosa pero la reacción del hermano de Sebastián sí lo fue y era algo en lo que los dos estaban completamente de acuerdo.

Una vez que los jóvenes lograron vencer la risa soltaron un suspiro al unísono tomando un silencio tan tranquilo que ni siquiera una mosca podía escucharse.

— Ali... — el rizado la llamó haciendo que ella alzara un poco su cabeza para verlo con una pequeña sonrisa.
— Por favor, no te enojes —. susurró el muchacho suplicante y antes de que Alina pudiera responderle sintió los labios contrarios sobre los suyos.

Sebastián la había besado.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora