✎ ⁞ 𝟭 𝟰◞

528 56 3
                                    

Se levantó más temprano que de costumbre y con un ánimo tan impresionantemente agradable que ni siquiera se dedicó a hacer otras cosas con tal de no tender su cama y recoger su habitación.

Tenía el mal hábito de procrastinar en cuanto a la limpieza de su propio espacio, por ello siempre que lo acomodaba lo dejaba lo más limpio posible para evitar hacerlo más seguido de lo necesario.

Al asomarse al cuarto de Angi la vio acostada en su cama con un brazo colgando hasta casi tocar el suelo, entró para acomodar su brazo sobre el colchón y la tapó hasta el cuello con el edredón beige; esa mañana era bastante fría, no parecía que estaban a finales de octubre, sino en pleno diciembre.

No quiso despertarla, sabía que, aunque Angi lo negara, estaba agotada. Además, apenas eran las 7 de la mañana y para su enérgica amiga el levantarse temprano en días de descanso era un verdadero delito.

Solo tomó una taza de café aprovechando el pesado sueño de Angi para que no pudiera verla y la regañara por no haber desayunado algo más completo; realizó el aseo matutino teniendo extremo cuidado de no hacer tanto ruido. No era mucho, solo barrer, sacudir un poco el polvo y lavar los trastes de la cena de la noche anterior.

Una vez que terminó fue a cambiarse para salir a correr un rato por el parque y se arrepintió de aquella decisión al sentir el aire helado calándole hasta los huesos, pero ya estaba ahí y no iba a regresarse solo porque tenía frío.

Pasó cerca de una hora dándole vueltas al parque saludando ocasionalmente a los vecinos que conocía y acariciando a los perritos que estaban cerca; cuando se cansó regresó a casa para darse un baño y poder relajarse unos minutos antes de ir a la sesión con su psicóloga.

No entendía el cambio tan positivo que había tenido de un día para otro, sus emociones eran más cambiantes de lo que se imaginaba pues ayer se la había pasando llorando la mitad de la tarde mientras Diego la consolaba. Agradeció que su amigo no hiciera ningún tipo de preguntas y solo se quedara junto a ella hasta que las lágrimas dejaran de caer.

Se desahogó con él con tanta fuerza que ahora sus problemas parecían tan minúsculos, superables.

Llegó unos minutos antes de la hora acordada y se quedó en la sala de espera, hojeando los libros llenos de datos sobre el cerebro que le parecían interesantes aunque no lograra entenderlos del todo.

Escuchó a la recepcionista decir su nombre y se levantó dándole una pequeña sonrisa para luego entrar a la habitación que muchas veces le ponía los nervios de punta, pero ahora fue distinto, se sintió aliviada y en cuanto se posicionó en el pequeño sillón individual tuvo un ligero presentimiento de que todo mejoraría a partir de ese día.

— ¿Cómo te encuentras, Alina? —. la doctora la recibió extendiendo el bowl lleno de dulces invitándola a tomar alguno.

— La verdad... muy bien.

Mantuvo su vista en los cuadros colgando de las paredes, observándolos con detenimiento; eran pinturas muy bonitas elaboradas en una paleta de colores variados con tonos tanto cálidos como fríos, nunca les había puesto la suficiente atención como para notar la delicadeza con la que el autor dio cada pincelada para lograr resaltar todos los detalles con una técnica increíblemente precisa.

Fue tanta su curiosidad que se encontró preguntándose mentalmente si ella podría realizar una obra así de bonita.

Tal vez luego lo descubriría.

— Y bien ¿de qué quieres que hablemos esta sesión? —. se centró en la mujer frente a ella, le sonrió y se removió en el sillón para mantenerse en una posición más cómoda.

— De mis padres —. respondió con seguridad obteniendo una expresión de sorpresa y una sonrisa por parte de su psicóloga.

Entró al departamento cerrando la puerta detrás de ella y se encaminó al sillón donde se dejó caer boca abajo soltando un largo suspiro lleno de cansancio.

Se sentía extraña, en cuanto salió del consultorio fue como si un enorme peso se le quitara de los hombros permitiéndole presenciar una paz dentro de ella que jamás había sentido.

Un enorme arreglo de tulipanes amarillos y margaritas la distrajo y sin dudarlo se levantó para acercarse a verlas; a medio fisgoneo se encontró con una pequeña tarjeta, pensó que serían de Angi pues hace unos días le mencionó que empezó a salir con un muchacho que hasta ahora seguía siendo un total desconocido para Alina.

Esa idea se le borró de la mente en cuanto leyó la tarjeta, las flores eran para ella.

Era una disculpa escrita con una bonita caligrafía por parte de Sebastián por no haber podido visitarla el día anterior, y lo entendía, su trabajo no era de un horario fijo por lo que comúnmente sus planes sobre salir o verse para platicar se arruinaban.

— Son tan bonitas, pensé en ponerlas en agua pero preferí esperarte, me imaginé que te gustaría mucho acomodarlas por tu cuenta —. escuchó la voz de su amiga a sus espaldas pero no volteó, seguía con la mirada clavada en la tarjeta leyéndola una y otra vez, no tenía idea de qué hacer o decir, el arreglo le había gustado, después de todo eran unas de sus flores preferidas.

Casi de forma automática giró el rostro hacia el florero descansando sobre la mesita de centro y suspiró mirando con una ternura inevitable las rosas japonesas en tonos lilas que Diego le regaló.

No debía pensar de esa manera pues ambos tuvieron un bonito detalle con ella, pero si era sincera, las flores de Diego le habían gustado mucho más.

El silencio que parecía ser eterno dentro del departamento pronto fue reemplazado por el sonido del timbre, no se movió ni un solo centímetro, solo se quedó viendo las mismas flores hasta que la irreconocible voz de Diego llegó hasta sus oídos.

— ¿Quién se robó la florería? —. preguntó Edson bromeando al ver el arreglo de tulipanes. — ¿No había otro más grande o qué? —. se volvió a burlar ganándose un regaño y un golpe en la nuca por parte de Angi.

Diego se acercó entre leves risas y agarró la tarjeta que Alina tenía entre sus dedos, la miró con curiosidad y finalmente la leyó.

No debió hacerlo.

A pesar de ser una simple disculpa no pudo evitar sentirse lastimado, tragó con fuerza volviendo a acomodar la tarjeta entre el arreglo y se volteó para saludar debidamente a su amiga.

La abrazó como si no la hubiese visto en años y dejó un casto beso en el lado derecho de su cabeza solo unos centímetros por encima de su oreja.

— ¿Cómo sigues? —. musitó teniendo cuidado de que ni Edson ni Angi lo escucharan ya que ninguno estaba enterado de que Alina había llorado.

— Ya mejor, gracias por lo de ayer.

El moreno sonrió apretando una de sus mejillas con suavidad. — Estaré contigo siempre que lo necesites —. al ver que sus amigos se metían a la cocina a buscar chucherías volvió a abrazarlo besando su mejilla en el transcurso.

— Te quiero, Diego —. murmuró y el de ojos cafés sintió un cosquilleo en todo su ser al escucharla.

— Te quiero mucho más, Lina.

Ninguno se apartó, los dos se quedaron quietos abrazándose el uno al otro hasta que Edson les aventó el primer cojín que agarró. — ¿Van a quedarse ahí parados como pendejos o nos vamos a dar en la madre en el UNO?

━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━

𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora