✎ ⁞ 𝟮 𝟯◞

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Durante toda la noche fue incapaz de conciliar el sueño, cada que estaba cerca de sumergirse en la tranquilidad de la noche volvía a su mente la viva imagen de ese par de ojos claros que tantas veces la habían mirado con ternura, una imagen que pronto se desvanecía para acordarse de esa sensación de los suaves labios del rizado moviéndose junto a los suyos en un vaivén lento, tímido; reviviendo una y otra vez el recuerdo del dulce beso compartido que Sebastián le había dado hace tan solo unas horas en la entrada de su casa.

Necesitaba hablar con alguien y recibir urgentemente un consejo o siquiera algunas palabras de aliento que le ayudaran a aclarar su mente para saber qué era exactamente lo que sentía; Angi no era una opción pues se había ido a pasar el fin de semana con una de sus primas que iba a casarse pronto, pensó en llamar a su abuela pero no le agradaba la idea de molestarla en medio de la madrugada, aunque ella dijera que no era molestia, estaba segura de que le pediría todo con lujo de detalle y honestamente lo que quería era resolver sus dudas no narrarle lo que era bastante parecido a una escena romántica de esas novelas de las que su abuela era tan fanática.

Todas sus opciones, que se enumeraban con los dedos de una sola mano, se redujeron a una sola persona, lo dudó mucho pero finalmente se armó de valentía para llamar a...

— Ese muchachito enserio tiene agallas como para atreverse a besarte, Alina —. dijo él en tono de burla aunque era evidente que bromeaba.

Sí, había llamado a Norman.

Ahora no se sentía tan segura de su decisión, sabía que existía la posibilidad de que el mayordomo de su abuela fuera la persona menos indicada para establecer y mantener una conversación de ese tipo, pero también pensaba que posiblemente él podría ayudarla.

Después de todo él era un hombre y seguramente sabía lo que las personas del sexo masculino sentían cuando pasaban por una situación similar, o al menos esa era su lógica dentro de su, momentáneamente inestable, cabeza.

— Ya te habías tardado —. musitó la joven refiriéndose a su comentario sarcástico.

La taza de café entre sus manos se sentía helada, ni siquiera había sido capaz de tomar aunque fuera la mitad de lo que ella consideraba su bebida preferida.

Así de mal estaba.

— ¿Qué fue lo que hiciste después de... eso? —. el mayor le quitó la taza de las manos para reemplazarla por otra taza de café recién hecho, calientito y humeante.

— Me metí y le cerré la puerta sin decir nada, ni siquiera me despedí.

— Qué maleducada —. se volvió a burlar de ella ganándose una mirada llena de reproche.

— No sé cómo voy a hacer para poder verlo a la cara sin sentir culpa, fui muy grosera con él y él solo se ha portado tan lindo conmigo —. dejó la taza a un lado para cruzar sus brazos sobre la mesa y luego recargar en ellos su cabeza, ocultando su cara. — No me sorprendería que me deje de hablar.

— Honestamente a mí tampoco, te portaste como toda una malcriada —. se burló, otra vez, echándole más leña al fuego.

— ¡Ya lo sé, deja de decirme eso! —. exclamó con voz chillona sin apartar el rostro de encima de sus brazos. Lo escuchó mofarse de ella en tono bajo sacándole un suspiro lleno de frustración.

Sentía que su cabeza le iba a estallar, tenía sueño pero aún así no podía cerrar tranquilamente los ojos sin que Sebastián apareciera en su cabeza.

Debió al menos haber hablado con él, despedirlo como siempre lo hacía en lugar de cerrarle la puerta en la cara como una niña huyendo de sus problemas. No se sacaba su rostro de la mente, la forma en que la miró con esos ojos tan bonitos llenos de confusión y temor como si hubiera hecho algo malo, aunque en realidad no haya sido así.

— Ese beso sí que te hizo ruido ¿no es así, Alina? —. la joven asintió ligeramente sin voltear a mirarlo. — ¿Fue consensual? —. volvió a asentir. — Entonces no veo cuál es el problema.

Alzó su cabeza lo suficiente para poder verlo, recargando la barbilla sobre sus brazos cruzados. — El problema es que es mi amigo, somos amigos, y no quiero que todo se vaya a la chin... — el mayor alzó una ceja antes de que pudiera terminar de decir aquella palabra. — Al caño —. cambió la palabra y suspiró. — Es un chico maravilloso y no me gustaría que se fuera de mi vida solo por un impulso.

Norman la observó en silencio ordenando mentalmente su próximo discurso para evitar que Alina siguiera sintiéndose de esa manera, la entendía.

En sus tiempos de juventud había pasado por algo exactamente igual, solo que a él le dio un pánico tremendo y decidió dejar de ver a la joven de la que estaba enamorado, una pésima decisión de la que aún se arrepentía en ocasiones pero luego se acordaba de las increíbles oportunidades que se le presentaron después de ese suceso y se sentía tranquilo, de no haberlo hecho no habría conocido a Aurora y por ende no conocería a esa linda muchachita que poco a poco logró quitarle lo amargado con cada una de sus sonrisas y sus ocurrencias.

— ¿Qué sentiste, Ali? —. preguntó estirando el brazo para colocar su mano sobre uno de los brazos de la joven, dándole un suave y reconfortante apretón.

— Me gustó, fue lindo.

— No no, Alina, no hablo de eso. Me refiero a ¿qué sentiste? —. agitó su mano libre en el aire en un gesto que Alina supo interpretar como señal de que desglosara todo su sentir.

¿Qué sintió?

Se quedó en silencio bajo la atenta mirada del mayordomo de su abuela, mientras trataba de analizar lo mejor que podía todas y cada una de las emociones que se presentaban con rapidez dentro de su ser cuando recordaba su beso con Sebastián.

— Cuando me besó... sentí como... —. jaló aire para después soltarlo en un largo suspiro. — No sé, fue bonito... sentí extraño, como cuando estás ansioso y te hormiguean las manos o como esas veces que estás tan nervioso que sientes que el corazón se te sale...

Norman la miró asintiendo mientras la escuchaba con atención y observaba cada gesto que su rostro hacía, era más fácil ayudarla fijándose en su expresión que en sus palabras.

— Pero... —. habló esperando a que la joven terminara de explicarle todo para poder darle algún consejo.

— Pero no sentí nada amoroso, no sentí el cosquilleo del que la abuela me habló hace mucho ni tampoco sentí como si todo se detuviera como en esas películas clichés que a la abuela le gustan —. él asintió soltando una leve risa al recordar todas las veces que había sido participe, en contra de su voluntad, de las noches de películas entre Alina y su abuela.

— Deberías hablar con él y aclarar todo, fue solo un impulso por parte de ambos y siendo honesto no creo que Sebastián se moleste, él te tiene un cariño realmente auténtico, Ali —. le sonrió levemente y se levantó de su lugar para caminar en dirección a uno de los cajones del mueble de la sala de estar. — Él lo entenderá y todo será mejor que antes, confía en mí. No por nada tengo toda la confianza de tu abuela —. regresó a su asiento pasándole un vaso de agua y una pastilla para el dolor de cabeza.

— Sin ti, mi abuela ya estaría internada en un hospital psiquiátrico —. bromeó tomándose el medicamento que el mayor le ofreció. — Por favor no le digas que dije eso —. pidió haciéndolo reír.

— Tengo la respuesta exacta de por qué no sentiste nada fuera de lo común cuando te besaste con Sebastián —. Alina dejó el vaso de agua sobre la mesa para mirarlo esperando a que se lo dijera, no lo hizo. — Pero eso, pequeña Ali, es algo de lo que tienes que darte cuenta tú misma.

— Qué malo eres —. jadeó haciendo un leve puchero que al mayor le causó ternura.

— Tienes mucha tarea por hacer, Ali. Vete a descansar —. agarró tanto el vaso de vidrio como la taza de café ya vacía y la llevó al lavatrastes.

¿Qué era eso de lo que debía darse cuenta? ¿que Sebastián no le gustaba? de eso ya estaba más que segura.

Norman tenía razón.

Tenía mucho que resolver consigo misma.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora