✎ ⁞ 𝟰 𝟴◞

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No llevaba la cuenta del tiempo exacto que había estado en silencio y sinceramente no veía relevante hacerlo.

Subía y bajaba sus manos delicadamente, trazando infinitas caricias con sus falanges por toda su espalda, percibiendo la suavidad de su piel desnuda que se erizaba tras cada toque que le obsequiaba; suspiró sintiéndose en una tranquilidad que había deseado tener desde hace muchos días.

La noche anterior que llegaron a la habitación del hotel, y como si hubiera sido acto de magia, todo el cansancio que sentían se desvaneció.

Ninguno de los dos dudó en comportarse con total libertad, lo que significaba que estuvieron jugueteando y brincando sobre la cama cual niños pequeños; hasta que, después de cenar optaron por darse un baño para descansar lo mejor que pudieran.

Claro que, después de su relajante baño, continuaron haciendo de todo a excepción de descansar.

— ¿Dormiste bien? —. preguntó en un susurro apenas la sintió removerse.

— Sí, pero ya empiezan a dolerme las piernas —. contestó en voz baja, aún tratando de despertarse completamente.

— Y eso que casi no las usaste —. agregó el moreno con diversión haciéndola reírse por lo bajo y al mismo tiempo recibiendo un leve manotazo en el abdomen.

Aunque no podía verla directamente al rostro por la posición en la que estaban, apostaba que se había sonrojado a más no poder.

Si bien no era la primera vez que tenían relaciones sexuales, le gustaba preguntarle cómo se sentía al terminar y al día siguiente, lo más importante para el castaño era saber que ella se sentía bien y sobretodo, que lo había disfrutado tanto como él.

Siempre trataba de ser cuidadoso, asegurándose todo el tiempo de que Alina estuviera cómoda.

La sintió suspirar, tenía bastantes ideas sobre qué podrían hacer su primer día en esa bonita playa pero siendo sincero le agradaba más la idea de quedarse durante muchas horas en la cama junto a ella, haciendo absolutamente nada.

A menos de que se pusieran en una situación acalorada, de ser así no pondría objeción alguna.

— ¿Quieres levantarte ya? —. una leve carcajada salió de su garganta cuando la escuchó renegar, pegándose más a él y reforzando el agarre de sus brazos alrededor de su abdomen. — Qué floja eres, Alina.

— Sin juzgar, Diego, sin juzgar —. su respuesta fue en un tono más bajo que el anterior, la apretó contra su pecho dejando un casto beso sobre su cabeza.

Los minutos pasaron, ella permaneció en tanta tranquilidad y sin hacer un solo movimiento que creyó que había vuelto a dormirse y recuperar su sueño, mas no fue así.

Pudo darse cuenta de que continuaba despierta por las leves caricias que empezó a darle delineando el hueso de su clavícula hasta llegar a su cuello, haciéndole cosquillas.

— Lina... —. la joven sonrió al escucharlo, le gustaba su nombre pero le encantaba más el diminutivo con el que su novio siempre la llamaba, alzó ligeramente la cabeza para poder mirarlo directo a los ojos. — Me gustas mucho —. dijo una vez que ella lo miró.

— Sí, pero tú me gustas más —. Alina cambió de posición, sentándose sobre su cadera, haciendo que la sábana terminara de carse de su espalda quedando más abajo de su cintura, sin tomar en cuenta que la noche anterior había sido lo suficientemente floja para no ponerse siquiera el brasier.

El moreno soltó un silbido al tener esa vista tan cerca de él. — Puedo acostumbrarme a que me despiertes así a diario —. comentó con picardía y la poca seriedad que le restaba se esfumó inmediatamente al ver el profundo rojo tiñiendo bruscamente las mejillas de Alina.

— ¡Diego! —. chilló regañándolo, tan pronto como lo oyó decir aquello volvió a acostarse a su lado cubriéndose rápidamente con la sábana hasta la cabeza.

A Diego le resultó inevitable no reírse por lo tierna que su novia era.

— Pero, amor... —. ni siquiera podía hablar por la risa que traía.
— Ayer también te vi así y no pareció importarte —. se burló y en ese momento la joven se quitó la sábana de la cabeza para darle un leve codazo juguetón.

— Fue diferente, Diego, ayer estaba lo bastante entretenida como para detenerme a pensar en eso —. la risa del moreno se hizo más audible.

Alina rodó los ojos con diversión y se sentó en la cama para buscar dónde había quedado su playera, Diego la alcanzó a ver en el piso del lado donde él durmió y la alcanzó para luego pasársela. Ella se la colocó y se giró a mirarlo, esperando a que dejara de reírse.

— ¿Qué quieres desayunar? —. preguntó una vez que su risa cesó y apartó la sábana de un manotazo para luego sentarse en el borde del colchón, estirando sus brazos.

— A ti —. ahora fue su turno de sonrojarse con fuerza, incluso tuvo que cubrirse el rostro con una de las almohadas ante la burlona risa de su novia. — ¿Qué se siente, culero? —. se mofó de él.

Debió saber que ella se lo regresaría en cuanto tuviera la oportunidad. Sin tomarle importancia a si seguía rojo o no, se quitó las manos de la cara y volteó a verla tratando de verse serio, no lo logró en absoluto.

— No me causa gracia, Paulette —. la joven abrió la boca sorprendida al oírlo llamarla por su segundo nombre, pero no reaccionó como él esperaba que pasara, tenía que buscar una mejor manera para molestarla.

— Mejor decide tú, yo escogí lo que cenamos ayer —. dijo refiriéndose al desayuno, la vio sacar de su equipaje un bonito y ligero vestido amarillo que estaba seguro le llegaba un poco por debajo de la mitad de los muslos.

— No, no, no —. repitió negando con su cabeza y se acercó rápidamente a ella para volver a dejar la prenda en su lugar. — Ni creas que vas a ponerte eso.

— ¿Por qué no? —. por un momento se preocupó, pensando en que el castaño le prohibiría ponerse aquel vestido en razón de lo corto que era.

— Porque me gusta más este —. se tomó el atrevimiento de agarrar un vestido blanco con el corte a la misma altura que el amarillo. — Y también porque yo quiero usar blanco y sería bonito...

— Combinar —. completó su frase sacándole una enorme sonrisa. Cedió ante su idea sin poder negarse.

Cerca de una hora después de continuar molestándose el uno al otro con comentarios coquetos y subidos de tono, ya se encontraban desayunando juntos en el restaurante del hotel contándose los más recientes sucesos durante sus entrenamientos y también aprovecharon para ponerse de acuerdo en qué harían durante el día.

Aunque eso les resultó bastante complicado pues tenían tantas ideas en mente que no lograban decidirse por dónde empezar; y, en medio de su indecisión, se vieron obligados a tomar medidas drásticas.

— ¿Qué tal si acomodan todo en una lista y las van tachando conforme lo hagan? tienen dos días de sobra para terminar de hacer todo y no quedarse con ganas de nada —. propuso la ojiverde al otro lado de la pantalla, mirándolos con obviedad mientras hacía su rutina matutina del cuidado de la piel.

La pareja se miró preguntándose cómo no se les había ocurrido algo tan simple.

— Mas les vale que una de esas interesantes actividades no sea la de procrear porque les juro que yo misma voy y los separo a punta de chingadazos —. amenazó en broma haciéndolos reír.

— Eso ya lo hicimos ayer, así que no te preocupes —. respondió el moreno con simpleza, aguantando la risa por la mirada de reproche que les dio su amiga.

— Son unos hijos de la...

— Adiós, Angi, te amamos —. dijeron al unísono y se apresuraron a cortar la videollamada entre risas.

Agradecían tanto a su amiga por haberlos sacado de un enorme dilema. Si hubieran llamado a Edson, habrían terminado más confundidos de lo que ya estaban.



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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora