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El timbre sonó por segunda vez mientras se acomodaba rápidamente la toalla alrededor del cuerpo y corrió hacia la puerta soltando una grosería cuando estuvo a nada de resbalar. Ni siquiera se molestó en asomarse por la mirilla de la puerta para ver de quién se trataba, seguramente era Angi que olvidaba las llaves del departamento con bastante frecuencia.

— Angélica te lo advierto, vuelves a olvidar las malditas llaves y yo misma te las amarro al cuello —. amenazó con un tono de broma notable en su voz, abrió la puerta y miró con extrañeza a la persona frente a ella. — Hola, perdón pensé que era...

— Angi, sí te escuché —. respondió con una suave risa sin dejar de observarla con diversión. No esperaba encontrarse con ella de esa manera, le resultaba graciosa su expresión confundida acompañada de los mechones de cabello mojado pegándose a su rostro. — No te conocía ese lado agresivo, te lo tenías bien escondidito.

Hasta ese instante Alina se dio cuenta de las condiciones en las que había abierto la puerta, se sonrojó sujetando la toalla contra su pecho y se hizo a un lado para que su inesperada visita pudiera entrar.

— ¿Necesitas algo? no es que me moleste que estés aquí sabes que puedes venir cuando quieras, es solo que no esperaba verte tan temprano —. caminó hasta su cuarto dejando la puerta entreabierta y comenzó a buscar la ropa que se pondría ese día.

— Te voy a contar pero por favor, Lina, no te burles —. la joven rodó los ojos con diversión y se paró detrás de la puerta para empezar a vestirse, no era que dudara del respeto que su amigo le tenía pero nunca estaba de más el ser precavida. — Me caí de la cama —. no terminó de acomodarse correctamente la blusa cuando ya estaba riéndose de él, lo escuchó regañarla con voz chillona y sacó un poco su cabeza para verlo.

— Ese fue tu karma por reírte de mí ayer en vez de ayudarme —. volvió a tener todo su cuerpo dentro de su cuarto y subió el pantalón por sus piernas imaginándose a su amigo rodando por la orilla de la cama y cayendo de mil y un formas ridículas.

El día anterior Edson por fin se había atrevido a invitar a salir a Sofía, sin embargo estaba demasiado nervioso sobre cómo saldría todo y le comentó a Alina su miedo de que su cita fuera todo un fracaso, a pesar de los intentos de la joven por tranquilizarlo él no cedió.

Finalmente se vio envuelta en una situación a la que no pudo negarse, se mantenía firme en la idea de que ellos debían estar solos pero, ante el rechazo de su idea por parte de Edson, Diego y ella tuvieron que acompañarlos con la excusa de ser una cita doble.

Aunque ambos compartieran la idea de que debían estar solos, ninguno era capaz de dejar a su amigo.

Por suerte toda la cita marchó de maravilla, incluso Diego y Alina se habían ido alejando poco a poco hasta dejar a la pareja solos pero el pánico de Edson volvió repentinamente lo que los orilló a correr por todo el parque escondiéndose de él hasta que Alina pisó de mala forma y se cayó.

Como era de esperarse Diego se soltó a reír, carcajeaba mofándose de la vergonzosa y muy graciosa caída de Alina, solo hasta que el estómago le dolía tanto que le era imposible respirar la ayudó a levantarse ganándose un sinfin de reclamos en los que las malas palabras fueron acomodadas de forma admirable entre cada oración.

— Pero tú también te reíste.

— Pero yo soy yo, y solo yo puedo reírme de mis tragedias —. se dio una mirada fugaz en su espejo y se apuró a salir de su habitación regresando rápidamente para agarrar su cepillo, el rizador de pestañas y el rímel.

— Estuvo cagado, eso no lo vas a negar.

— Estuvo cagado —. lo arremedó en tono infantil sentándose junto a él en el sillón.

— ¿Vas a salir? —. preguntó Diego mirando con atención la manera tan cuidadosa en que rizaba sus pestañas. Le gustaban sus pestañas, eran grandes y oscuras, en su opinión, ella no necesitaba usar otra cosa más que el rizador para dejarlas bonitas.

— Tengo que pasar por unas cosas que Angi olvidó comprar el martes pasado, ¿por qué? —. frotó el potecito de rímel entre sus manos para calentarlo un poco y no saliera tan seco.

— ¿Puedo ir contigo? Edson está con Sofía y no quiero hacer mal tercio.

— O sea que me pides invitarte porque tu amigo te cambió —. bromeó pasando el pequeño cepillo por sus pestañas hasta dejarlas como a ella le gustaban.

— Por favor, voy a portarme bien —. pidió acomodando el rizador en sus pestañas pensando que no debía ser tan difícil utilizarlo pues Alina lo usaba con una agilidad increíble.

No, mala idea.

Se llevó una mano a su ojo derecho que ya estaba lagrimeando por el fuerte pellizco que se dio en el párpado. — No mames, Diego —. le quitó el rizador de la mano y se inclinó para revisar que Diego no se hubiera hecho daño. — A ver ¿puedes abrirlo?

El castaño sacudió la cabeza en negación mientras balbuceaba incoherencias sobre quedarse ciego por el enchinador del diablo. — Un día te vas a sacar un ojo por andar de tentón, Lainez —. con suavidad le quitó la mano que cubría su ojo para poder revisarlo bien. — Fue el pellizco nada más, ahorita se te pasa.

— ¿Alguna vez te has lastimado con esa madre? —. preguntó parpadeando repetidas veces para que su ojo dejara de lagrimear.

— Cuando ando apurada —. afirmó la joven y se levantó del sillón para pasarse el cepillo por el cabello desenredándolo y acomodándolo para poder dejarlo suelto sin que se le esponjara. — Vámonos antes de que enserio te quedes tuerto.

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𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora