✎ ⁞ 𝟯 𝟴◞

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El reloj de la torre Latinoamericana marcaba exactamente las tres de la tarde con diez minutos.

Desde el medio día, ambas se la pasaron paseando por el centro histórico y aprovecharon para ir a fisgonear en las plazas comerciales.

Angi era una compradora compulsiva y por ello apreciaba tanto que su amiga la acompañara, para evitar que se quedara en la ruina al comprar cosas que no necesitaba en absoluto; Alina también disfrutaba comprarse cosas pero ella se controlaba más poniéndose a analizar seriamente si en realidad necesitaba aquello o solo era un capricho espontáneo.

Como era de esperarse, el diablillo del capitalismo logró corromperlas y terminaron comprando varias cosas, entre ellas: ropa, maquillaje y productos para cuidado de la piel.

Ambas disfrutaban bastante esos días en los que solo estaban ellas dos, platicando y pasando un buen rato sin ningún tipo de preocupación. Solían hacer aquello al menos dos veces por mes, ciertamente resultaba una excelente manera para sacar todo el estrés que acumulaban durante sus jornadas laborales.

Pronto, se les abrió el apetito y se vieron debatiendo sobre qué comerían ese día, de la ojiverde era común que no se decidiera rápido pero Alina también resultaba ser demasiado indecisa cuando de comida se trataba.

Finalmente, se decidieron por ir a comer comida china. No era su preferida pero tenían antojo de comerla.

— Quería estar contigo hoy porque necesito decirte algo y no sé cómo lo vayas a tomar, posiblemente bien pero no sé... es que de verdad me tiene muy nerviosa y no debería porque no es nada malo pero...

— Angi —. la llamó para que dejara de hablar con rapidez, tal y como lo hacía cuando estaba ansiosa. — Relájate, linda, si no estás segura de querer compartirlo conmigo no hay problema.

— No es eso, Ali, claro que quiero decírtelo... es que ni siquiera sé por dónde empezar —. terminó de decir para luego llevarse un bocado de ese delicioso pollo a la naranja que había ordenado.

Alina la observó en silencio, sin intención de presionarla. Era muy extraño que su amiga se pusiera de esa manera, sí, habían ocasiones en las que hasta su ansiedad se le terminaba contagiando y ambas se volvían un manojo de nervios, pero era algo normal ya que Angi y Alina eran bastante empáticas y sobretodo, muy cercanas.

— ¿Quieres? están muy ricos —. preguntó señalándole sus rollos primavera, Angi asintió y Alina dejó uno sobre su plato.

Era bastante común para ellas hacer ese tipo de cosas y, cualquier persona que las viera podría asegurar que eran hermanas pues se entendían y complementaban de una forma impresionante sin dejar de lado el inmenso cariño que se tenían una a la otra.

— La otra vez me puse a pensar con seriedad muchas cositas de mi vida, entre ellas me acordé de ti y me puse a llorar...

— Debes estar muy irritada de mí como para que pase eso —. bromeó la menor logrando que poco a poco la preocupación de su amiga disminuyera.

— Lloré porque en toda mi vida nunca había tenido una amiga tan linda como tú, completamente sincera y que me apoyara sin querer obtener algo a cambio.

La razón de que su amistad continuara prosperando era que siempre se protegían y querían como si un lazo sanguíneo las uniera.

Lo hicieron desde el instante en que se conocieron, ambas pasaban por una situación realmente complicada y les resultó sencillo refugiarse en la otra, brindándose todo el apoyo y cariño que necesitaban para seguir con sus vidas y lograr salir adelante a pesar de los problemas que se les atravesaban.

𝙎𝙏𝘼𝙍𝙍𝙔 𝙀𝙔𝙀𝙎        ━━━━ 𝖣𝗂𝖾𝗀𝗈 𝖫𝖺𝗂𝗇𝖾𝗓  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora