"Todo lo qué hay en este mundo existe para acorralarte"
~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~
💠Publicación: Abril del 2021
💠Finalización: 8 de junio del 2023
⚠️La historia entrará en un estado de edición⚠️
💠Los personajes d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al cabo de unos minutos, me paré enfrente de la mansión que había delante de mí y como la sombra de alguien se acercaba a mí.
Bajé al niño e hizo lo que le pedí hace rato, sin apartar la mirada del demonio que finalmente se presentó ante mí.
Vestía un Jōe, un atuendo que suelen llevar a diario los sacerdotes sintoístas, con un tono de piel grisáceo, llevaba su azulado cabello desordenado, una marca en forma de lágrimas debajo de sus ojos de color púrpura, los cuales tenían escrito en kanji: Creciente cero.
¿Cómo qué cero? Existía tal rango, no pude ser que este demonio superé a la primera, ni siquiera pude con la segunda; pero por otras razones.
¡Fuyuka, cálmate! Puedes hacerlo, más o menos tienes una idea de su poder, aunque es extraño que aún no me haya atacado, ¿por qué?
—Finalmente, has aparecido ante mí Fuyuka-san o debería decir Furukawa-san —dijo sonriente.
—¿Cómo sabes mi nombre? —le pregunté con mucha seriedad, solo Oyakata-sama sabe mi "apellido". Además, eso le daría tiempo al niño para alejarse lo suficiente cuando empiece a pelear con el demonio.
—Pensé que me equivocaría por la tradición de tu familia, así que me alegra mucho que no te hayas casado porque probablemente nunca te hubiera encontrado.
—Te pregunté, ¿cómo sabes mi nombre? No si te equivocaste —repetí.
—¡Oh, mis disculpas! Pero en este libro venía como te llamabas —me mostró el libro de mi familia que yo creía perdido.
—¿De dónde sacaste ese libro?
—Eres muy preguntona, sin embargo, no me molesta en lo absoluto porque tu padre escribió que eras muy curiosa —mencionó tranquilo—. Y contestando tu pregunta, lo encontré cuando tu familia ya llevaba muerta tres horas —acarició el libro—. No me sorprendió nada verlos así, después de todo es la maldición que los persigue.
No sé qué me pasa, pero este demonio es demasiado irritante que me está haciendo enfadar.
—¿Maldición? ¿De qué mierda estás hablando? —le grité pidiendo una explicación a sus palabras.
—Cierto, no lo sabes, ya que no leíste el libro —me lanzó el libro y lo atrapé—. Sabías que la maldición de tu querido Oyakata-sama proviene por ser descendiente de Kibutsuji Muzan.
Entonces, la enfermedad genética incurable e intratable de Oyakata-sama es...
¡No, espera! Por qué estoy creyendo en las palabras de este demonio. Debe de estar mintiendo, ¡si eso es!
—Eso quiere decir, que, si la familia está maldita por dar a luz al demonio original, no deberían estarlo también los descendientes de la persona que lo creó —me miró fijamente, generándome cierta inquietud—. Muzan-sama no nació siendo un demonio, era un humano igual que tú, pero su cuerpo era extremadamente débil, por ende, muchos doctores iban a verlo constantemente y todos decían lo mismo: «morirá antes de cumplir los veinte años». Te suena familiar esa frase.
«Los líderes de la familia Ubayashiki no viven mucho después de los veinte años», fueron las palabras de Amane-sama.
—A pesar de todo ello, Muzan-sama se aferró a la vida con la ayuda de un doctor demasiado generoso que a toda costa quería salvarlo y lo llevó a generar una medicina experimental —informó con odio aquellas palabras—. No obstante, la vida es algo injusta porque después de haberle dado el antídoto, Muzan-sama, cegado por la ira, asesino aquel doctor en el noveno cumpleaños de su primer hijo.
—¿Qué estás tratando de decir? Que... soy la descendiente de... ese doctor —traté de decir debido al temor de ser cierto.
—¡Correcto! Tus padres tenían razón, eres muy inteligente —exclamó entusiasmado—. Fujiwara Kiyoshi es el nombre de tu ancestro, por el cual, tu familia murió cuando su primogénita cumplió nueve años.
No quiero creerle, no quiero hacerlo... pero no es pura coincidencia que tanto mis abuelos como tatarabuelos fallecieran en cuanto su primer hijo cumpliera los nueve años.
—Entiendo, entonces que mis padres y mi hermano murieran fue mi culpa —murmuré aguantándome las ganas de llorar.
—¡Oh, vamos, no llores! Todo lo que te paso es culpa de Kiyoshi —lo oí acercándose—. Así que permíteme... matarte de la forma más dolorosa posible.
Vi de reojo como unas filosas ramas se acercaban a mí y rápidamente las corte y me alejé del demonio.
—Supongo que no será tan fácil matarte —comentó decepcionado.
—Una lástima, pero ahora no tengo intenciones de morirme porque aún tengo cosas que hacer y resolver —expliqué.
—De no ser por el idiota de Doma que te acogió hace once años, te habría matado sin muchas dificultades —expresó con pereza, antes de que continuara con su plática, me acerqué velozmente ante él y le corté el cuello.
Lamentablemente, su cuello se regeneró en solo un parpadeo.
—Lo suponía —dije mientras soltaba un gran suspiro—, tú tampoco serás fácil de matar Shokubutsu —le comenté abatida, tengo que averiguar lo más pronto posible la forma de asesinarlo.
Ambos nos observamos detenidamente, ninguno de nosotros quería atacar primero porque significaba morir, ni él ni yo sabíamos las habilidades del otro, por lo que es mejor evaluar la situación y vi como sutilmente movía su mano; rápidamente me puse en posición tanto para atacar como defenderme.
En tan solo un parpadeo noté como sutilmente algo quisiera salir del suelo, di un salto hacia la izquierda y me sorprendió lo que había salido de la tierra: una planta carnívora, pero no era una para atrapar insectos, sino una lo suficientemente grande como para atrapar a un humano.
Volví a posar mi vista hacia donde estaba el demonio antes del ataque, no estaba, pero de reojo como se había acercado por detrás.
Me giré y esquivé la lanza con la que me iba a atacar. Justamente cuando estaba dispuesta a contraatacar, la lanza al hacer contacto con el suelo hizo que un gran número de tallos de bambú salieran desde donde estaba.
Rápidamente, los esquive y antes de que el demonio pudiera volver a hacer algo, contraataque.
Aliento de la Nieve: Décima forma, montaña nevada.
Al hacerlo, un corte frontal derribó todos los bambús que habían salido, al igual que a Shokubutsu, sin embargo, sabían que se regeneraría de nuevo.
Cuando lo volteé a ver, este simplemente siguió con su sonrisa, pero no parecía ser una sonrisa diversión, sino una de victoria; la cual me generó inquietud hasta que noté que una flor de color púrpura se acercaba a mi pierna.
¡Mierda, es un acónito!
Tallos rectos y altos coronados por racimos de largas flores zigomorfas (una simetría bilateral) con numerosos estambres (los granos que originan el polen). Se distingue por tener uno de los cinco sépalos (pieza que forma el cáliz de una flor, generalmente de color verde), llamado gálea, en forma de yelmo (casco) cilíndrico.
Recuerdo esta planta, es conocida como el matalobos o el casco del diablo, un solo toque de esta, puede llegar a ralentizar el corazón hasta la muerte; ahora entiendo por qué haces que se dirija a mi pierna.
Antes de que me tocara, me aleje y le lance un corte para quitarla de mi camino. Oí, como chasqueaba la lengua, mostrándome su molestia de no poder acabar conmigo.
—No puedo creer que de verdad tu padre te haya enseñado tanto —mencionó con desagrado—. Pero no importa, ¡acabaré contigo a como dé lugar!
Podría ser que no está acostumbrado a pelar mucho tiempo y tiene sentido, si sus oponentes no conocen sobre la botánica, para él sería muy fácil acabar con ellos por su desinformación.
—Pues sigue intentándolo, porque parece ser que yo soy la única que puede derrotarte —le dije con ciertos aires de grandeza.
Gracias a mi conocimiento, podré tener más tiempo de pensar en cómo acabar con él, además defenderme mejor ante sus ataques.
—¡Oh! —exclamó de forma juguetona—. Lo que dices tiene mucho sentido, será un poco difícil acabar contigo —dijo mientras me miraba divertido—, pero que tal tu compañero, él sabe lo mismo que...
Aliento de la Nieve: Undécima postura, Media polar Antártica.
No deje que terminara de hablar, fui directamente hacia él, dividiendo su cuerpo a la mitad.
—Te diré algo, Shokubutsu, no me importa que tanto busques en ofenderme o lastimarme —tome la empuñadura de mi espada con una ira indescriptible y le acerqué la cuchilla debajo de su mentón, el cual ya había regenerado, y lo obligue a verme—. Sin embargo, por ningún motivo te permitiré que le hagas daño.
Por primera vez en mi vida, observé a mi enemigo con frialdad y sin compasión.
—Eso ya lo veremos —comentó sin emoción el demonio.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.