Capítulo LII

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Cuando Fuyuka abrió los ojos, se extrañó por lo que estaba viendo; las nubes parecían enfermas de lo gris que estaban y las gotas de agua caían como balas contra la tierra

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Cuando Fuyuka abrió los ojos, se extrañó por lo que estaba viendo; las nubes parecían enfermas de lo gris que estaban y las gotas de agua caían como balas contra la tierra.

«¿Dónde estoy?», se preguntaba la chica porque antes de desmayarse estaba con Sanemi.

Al ponerse a analizar la situación, se percató de que no tenía puesto su uniforme de cazadora ni su katana, en su lugar llevaba un bonito kimono morado; pero la mayor sorpresa que se llevó fue que su cabello no era rojo, sino anaranjado.

Quería levantarse y gritar por lo que le estaba pasando, sin embargo, su cuerpo no hizo lo que ella quería.

—¡Mamá, ya calenté el agua! —se escuchó la voz de un niño acercándose—. Cuando termine de bañarme, te ayudaré a preparar la cena, aunque no quieras, ¿de acuerdo? —el pequeño de cabellos azul grisáceo abrazó a la chica que aún trataba de procesar lo que le estaba pasando.

—¡Por supuesto que sí, cariño! —respondió automáticamente con una sonrisa y acariciando la cabeza del niño.

Justamente en ese momento, Fuyuka entendió lo que estaba pasando al recordar las palabras de Kotetsu: «No solo las apariencias se heredan, sino también los recuerdos».

«Entonces, eso quiere decir que estoy dentro de uno; pero, ¿por qué hasta ahora? Nunca antes me había pasado estar dentro de uno», pensó.

El niño, de aproximadamente ocho años, dejó de abrazarla y se fue con una sonrisa. Al ver el color de sus ojos, la chica sintió como al ver esos ojos azules le generó una gran tristeza, la cual prosiguió con lágrimas en los ojos que llegaron a sincronizarse con la lluvia; como si la tormenta hubiera aparecido para ahogar el sufrimiento de su antepasada.

Unos segundos después, pudo ver a lo lejos una figura familiar acercándose a ella.

«¡¿Eh?! Ese hombre se parece mucho a la muñeca de entrenamiento de Kotetsu... ¡No! Más bien en él se basaron para hacerla».

Cuando el hombre se había acercado lo suficiente, la mujer le gritó:

—¡Yorichi-san, ¿qué estás haciendo afuera con esta lluvia?! ¡Rápido, ven!

Ya adentro de la casa, le ofreció algo para secarse y algo de ropa para que no se enfermara. Mientras el pelirrojo se estaba bañando, ella y su hijo preparaban la cena.

—Ryo, Yorichi-san se quedará a dormir con nosotros, así que le tendrás que prestar tu habitación esta noche y tú dormirás conmigo, ¿de acuerdo? —le explicó a su hijo.

—Si se trata de Yorichi-san, no tengo ningún problema —exclamó el pequeño—. Espero que mañana pueda ver su danza con la espada —susurró para sí mismo.

 Espero que mañana pueda ver su danza con la espada —susurró para sí mismo

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|Reescribiendo| El Pilar de la Nieve ❄️ (KNY X Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora