Capítulo Quince

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Lo que más odiaba Paula de sus ataques de pánico, era que la dejaban imposibilitada de funcionar como un ser humano normal por dos o tres días; en algunas ocasiones había durado enferma una semana. Obvio la sensación de presión en el pecho y la certeza de que se iba a morir no duraba cinco días, pero las migrañas, las náuseas y descomposturas a veces quedaban con ella más tiempo.

Esta vez había sido un caso bastante leve, nunca había llegado esa sensación tan oscura de que se iba a morir. Llevaba años acarreando esa situación y sabía identificarlos a tiempo, por lo que se había levantado de la cama al sentir la presión en su pecho y, después de tomarse su ansiolítico, había bajado directamente a la enfermería a que la tuvieran en observación.

Se estaba lamentando en esos momentos que se iba a perder el partido contra Australia. Daddy había pasado a verla más temprano y aunque la había visto con mucho mejor aspecto, le había prohibido asistir al partido, lo más importante era que cuidara su salud.

Julián había pasado a saludarla temprano y ella le había deseado éxitos, porque la suerte era para los fracasados. También habían ido a verla durante el transcurso de la mañana Otamendi, Leo y Enzo, que estaba triste porque se iba a perder sus masajes. Pero la única persona a la que Paula quería ver no había aparecido.

No podía dejar de pensar en el beso que le había dado la noche anterior. Se llevó las manos a los labios, rememorando ese cálido contacto. No había sido como los otros besos que habían compartido, Paula no podía dar con la palabra exacta para describir como se lo había sentido. Tierno y suave, cálido y con sabor familiar, como si los besos de Emiliano siempre hubiesen sido de ella.

Intentó distraerse, porque todavía faltaba una hora para que comenzara el encuentro y Paula ya estaba por subirse a las paredes de lo nerviosa que estaba. A partir de ahora, se jugaban a todo o nada, era ganar o ganar y la fisioterapeuta podía imaginarse perfectamente la presión que debían sentir sus chicos, odiaba tener que perderse el partido.

Llamó a uno de los enfermeros del complejo, para volver a preguntarle si podía ir al partido, pero obtuvo una rotunda negativa por parte del joven que hizo lo mejor que pudo en contestarle en inglés a sus preguntas.

En la enfermería había un pequeño televisor, que seguramente trasmitiría el partido por lo que Paula decidió que aquello era mejor que nada.

Cuando finalmente el partido terminó, Paula no podía creer la tensión que habían vivido. Definitivamente había sido un partido durísimo, incómodo para el plantel argentino donde los australianos les complicaron el juego durante gran parte de los noventa minutos.

Los goles habían llegado, por supuesto con Leo abriendo el marcador con un golazo que sólo él podía inventarse, a cinco minutos de terminar el primer tiempo. Julián y Rodrigo habían trabajado en equipo para convertir el segundo, adjudicado a su mejor amigo, complicándole la vida al arquero tras un error que seguramente no se perdonaría en la vida. En esos momentos Paula había respirado un poco más tranquila, argentina estaba en ventaja, pero ella sabía que nada estaba dicho todavía.

Y así fue como insólitamente, un tiro australiano que iba completamente desviado rebotó en Enzo Fernández y entró al arco, dejando a todos completamente perplejos. Pero el momento más erótico del encuentro fue casi al final, cuando Emiliano logró tapar el tiro que hubiese empatado el partido, salvando a Argentina del alargue.

Paula no lo podía creer, habían pasado a cuartos de final y ella estaba en la enfermería, en pijama sufriendo por no poder festejar con sus amigos. Se levantó de la cama y así como estaba en minishort de pijama y camiseta de algodón salió corriendo de la enfermería antes de que alguien la viera. Necesitaba abrazar a su mejor amigo, necesitaba abrazar a Emiliano, quería abrazarlos a todos.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora