Capítulo Diecisiete

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Emiliano Martínez entró a la sala de masajes hecho una furia. Venía de putearse a los gritos con los holandeses después de un partido tenso, injusto y muy violento y necesitaba a su morocha para que lo ayudara a bajar las revoluciones.

La Fisioterapeuta lo estaba esperando sentada en la camilla que normalmente usaba él para sus masajes. De dos grandes zancadas estuvo junto a ella, reclamando sus labios en un encuentro descuidado, hambriento y cargado de bronca. Paula jamás lo había visto así de enojado y tenía que admitir que le había calentado un montón cuando lo escuchó putearse con los holandeses.

La morocha le pasó los brazos por el cuello y enredó sus dedos en el pelo corto del arquero.

—Qué bueno estás cuando te enojás —susurró en su oído, mordisqueándole el cuello— ¿Cuántas veces decís que te los cogiste? —Lo provocó, bajando una de sus manos suavemente por su cuerpo, hasta detenerse en el elástico del short deportivo. Emiliano gruñó excitado, con los ojos inyectados de ira.

—Vos me estás buscando —Le espetó el arquero, jugando con el labio inferior de la morocha— Y me vas a encontrar —Amenazó, volviéndola a besar con furia.

Acumulaba bronca y tensión por el partido, pero lo que más venía acumulando eran las ganas de cogerse a Paula toda la noche. La morocha sonrió de forma atrevida contra sus labios sabiendo que él estaba al borde de mandar todo al carajo. Después del juego de Pool, donde ambos habían presionado hasta el límite su autocontrol, Poly no había dejado de imaginar que volvía a estar entre sus brazos, entregada a él completamente.

—Necesito que me cojas —Confesó ella, con tono sensual y más desesperado de lo que imaginó

Hacía días había probado lo que era coger con Emiliano y su cuerpo necesitaba más. Venía aguantando las ganas con agonía y como si eso no fuera suficiente, verlo hacer semejante quilombo con los holandeses le había subido la libido a dos mil, quería que la poseyera ahí mismo, de manera bruta y violenta.

El arquero hinchado de orgullo de macho alfa ante esa confesión de necesidad, la alzo en brazos y la llevó hasta la pequeña oficina que había detrás de la sala de masajes, la única que tenía traba. La dejó en el piso sin cuidado y se giró para cerrar la puerta y así evitar que alguien los pudiera interrumpir, en ese momento le importaba tres carajos todo lo que se había quedado ahí afuera.

Al darse vuelta, Paula se acercó a él de forma sensual y sin vergüenza alguna le levantó la camiseta, que Emiliano terminó por sacarse y arrojar lejos. La atrapó entre sus brazos para besarla con lujuria, ansioso de devorarla completamente. Paula se deslizó por su cuerpo hasta caer de rodillas frente a él, sin apartar la mirada de los oscuros ojos marrones de Emiliano que la miraban desde arriba, haciéndola sentir insignificante. Lentamente le bajó el short y el calzoncillo, dejando a la vista el miembro semi erecto del arquero. Se relamió los labios con anticipación, se moría de ganas por chuparle la pija.

Le agarró la verga con su mano hábil y se la acercó a la cara, dándole una lamida desde la base hasta la punta, ganándose un gemido ronco del arquero. Satisfecha, escupió un poco para utilizar su saliva como lubricante y comenzó a masturbarlo de arriba abajo con suavidad, notando como aumentaba su tamaño con cada movimiento. Le chupó la punta, metiéndosela apenas en la boca, pasándole la lengua de un lado a otro, sin perder nunca el contacto visual. Vio como Emiliano cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás y eso la impulsó a metérsela en la boca, empujándola hacia el final de su garganta una y otra vez hasta provocarse arcadas.

Los gemidos de Emiliano resonaban en la habitación junto a los sonidos guturales que hacía Paula con semejante pija en la boca; con su mano masturbaba aquello que no le entraba y les dedicaba también caricias a los grandes testículos del arquero.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora