Capítulo Veintisiete

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Los siguientes días que pasaron juntos fueron extrañamente cotidianos y divertidos. Cada momento que pasaban juntos los acercaba un poco más, descubriendo que, además de la increíble química que tenían, podían divertirse de infinidad de maneras y aun así no se cansarían el uno del otro. Pasaron tardes enteras jugando Call Of Duty, aunque Poly podía afirmar que su racha ganadora se había extinguido con su suerte de principiante, lo que le valió varias burlas por parte del arquero, orgulloso de recuperar su título de vencedor.

Cocinaron juntos y jugaron también, divirtiéndose en la cocina mientras se llenaban de besos y caricias, como en las malas películas de comedia romántica que habían visto durante la noche. Lo único que no había hecho Emiliano era presentarle a Paula su familia y ahora, en la víspera del año nuevo la morocha moría de nervios porque el inevitable momento había llegado.

Se estaba cambiando en la habitación de invitados, esperando poder sorprender al arquero con su vestimenta. Por primera vez desde que se habían conocido Paula tenía la oportunidad de vestirse de forma femenina y elegante y deseaba ver la reacción del gigante cuando la viera por primera vez arreglada para la cena de fin de año.

Emiliano había decidido que no deseaba que nadie en su familia trabajara duro esa noche, por lo que había ordenado un catering y celebrarían en su casa; al menos eso era algo que a Poly le daba un poco de seguridad, después de una semana de convivir con el Dibu, la morocha ya sentía total confianza en el hogar.

Se miró al espejo mientras terminaba de arreglarse, había optado por un vestido corto acampanado, con el escote profundo y los tirantes finos, de una tela con brillos color perlado. Se sentía muy linda y esperaba que a Emiliano le gustara. Se calzó las sandalias de taco, pensando que por fin podría estar un poco más a la altura del arquero y se dio una última mirada al espejo.

Un suave golpeteo en la puerta la alertó de que su hombre estaba del otro lado, esperándola ansioso. Paula abrió la puerta, despacio, aumentando la tensión de aquella pequeña revelación.

Emiliano la esperaba del otro lado de la puerta, con un pantalón de lino de corte recto y bastante entallado de color gris claro y una camisa blanca igualmente entallada que le quedaba perfecta.

Paula comenzó a abanicarse con ambas manos, sintiendo que se le había escapado todo el aire de los pulmones.

—Ah no, paren todo, yo me bajo del mundo —Empezó a decir, de forma exagerada, caminando hacia atrás para poder verlo mejor— ¿Tan bueno ibas a estar?

Emi soltó una risa vergonzosa y se rascó la nuca con nerviosismo. No acostumbraba a vestirse tan formal y se sentía un poco incomodo, pero no podía negar que la reacción de la morocha le subía bastante el ego. Se acercó a ella y tiro suavemente de sus manos para levantarla, haciéndola girar sobre su eje, provocando que la corta falda del vestido volara con el movimiento.

—Vos estás buena, mírate lo que sos —Le elogió—Estás preciosa —dijo, atrapándola entre sus manos de la cintura— Y estás más alta.

—Si —Dijo ella sonriendo feliz, pero a pesar de tener un taco bastante alto, Emiliano le sacaba todavía una cabeza— Beso —Pidió, levantando la cabeza apenas un poco y haciéndole trompita.

El arquero le sonrió con ternura antes de tomarle el rostro con las manos para besarla con lentitud, disfrutando el contacto entre sus lenguas que jugaban a tentarse. Estaba completamente seguro de que Paula lo volvería loco en cualquier momento y aun así no podía alejarse de ella y el sentimiento era mutuo, porque la morocha se descubría todos los días necesitando cada vez más y más de él.

—Vamos, antes de que se vaya todo a la mierda y te desvista acá nomás —Le pidió ella, deshaciendo el beso y dando un paso hacia atrás— No podés estar tan bueno, debería ser ilegal

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora