Capítulo Veinticuatro

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El tema de la cena de Navidad en casa de su tía Sonia, giró en torno al mundial y a su inminente relación con el arquero de la selección. Poly habló más que nadie esa noche y escuchó las críticas, elogios y consejos que tenían sus tíos para darle.

Su familia era pequeña, su madre, sus dos tías y sus respectivos maridos, además de los insoportables de sus primos. Paula era la única mujer de la última generación de la familia y se enorgullecía de eso porque amaba que sus primos fueran sobreprotectores con ella.

—Bueno es la hora de la foto —recordó su tía Julia, emocionada.

Cada año era tradición para los primos sacarse una foto haciendo trencito sentados en el borde de la pileta, Paula tenía la foto del año anterior de fondo de pantalla en su computadora, porque amaba a su familia más que a nada en el mundo.

Valentín, el mayor de los primos y primer hijo de Sonia, acababa de cumplir los Veintisiete y Paula, que siempre lo había visto mucho mayor que ella, se ruborizó al saber que tenía tres años menos que Emiliano; hasta ese momento casi no había a pensando en la diferencia de edades, tema que se había mencionado durante la cena. Después de Valentín, su hermano Manuel, dos años más chico se posicionó detrás, seguido por Augusto y Felipe, de 24 los dos, hijos de Sonia y Julia respectivamente. Paula fue la siguiente con sus dulces veintidós y detrás de ella, abrazándola fuerte por la espalda se posicionó el hijo más chico de la tía Julia. Su primo Gonzalo tenía también veintidós, pero era unos meses más joven que ella, asunto que lo había traumado de por vida.

Los seis primos sonrieron para la cámara, dándole el gusto a su madre y tía. Paula estaba presente en la cena, pero sus pensamientos estaban en otro lugar, donde Emiliano seguramente la estaba esperando.

—¿De verdad te vas a ir a pasar año nuevo con ese? —Preguntó Gonzalo, sin soltar el agarre. A pesar de ser el más chico, Gonza era también el más celoso y peleador— ¿No podés quedarte, aunque sea para salir esta noche?

Con la intención de pasar el mayor tiempo posible con su gigante, Paula había decidido salir el día de navidad por la madrugada, tenía un largo camino para manejar hasta Mar del Plata desde su ciudad, eran más de doce horas de viaje sin contar las paradas para estirar las piernas e ir al baño. Le ponía triste perderse las tradiciones con su familia y amigas, que también se habían alegrado y enfadado con ella a partes iguales con la noticia de que pasaría fin de año con el arquero.

—No tenemos mucho tiempo para estar juntos... —Le recordó—a vos te veo todo el año después, sos un pesado.

—Dejala Gonza, ya va a volver arrepentida, cuando descubra que el Dibu no tiene lo que hace falta para manejarla a la petiza esta.

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces se había ruborizado en lo que iba de la noche y todas y cada una de las veces sus primos la celaban diciéndole que lo iban a cagar a trompadas al pelotudo ese. En el fondo eran todas bromas, veían a su pequeña Poly entusiasmada con la idea de verlo y eso los ponía feliz.

En cuanto se hicieron las doce y la ceremonia de intercambio de regalos tuvo lugar, Paula se abrazó con todos los miembros de su familia y se despidió, todavía tenía que terminar de armar su bolso y quería dormir un par de horas antes de salir a la ruta. Manejó hasta su casa con cuidado, nunca le había gustado manejar de noche y menos cuando los boludos del barrio andaban sin cuidado después de una cena a puro escabio.

La anticipación de ver a Emiliano la embriagaba, sentía su cuerpo tembloroso de sólo imaginarse estar otra vez entre sus brazos, pero esta vez había algo diferente; no podía negar que ya comenzaba a extrañar sus noches de sexo, pero lo que Poly más extrañaba era dormirse a su lado y despertar sabiendo que él iba a estar ahí, mirándola con una sonrisa plantada en el rostro como si ella fuera la mujer más hermosa del mundo.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora