Capítulo Cuarenta y cinco

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Cuatro meses después

El tiempo había pasado rápido para Poly, casi sin darse cuenta, casi sin quererlo. Cuatro meses y un poco más también, como un suspiro que la abandonaba sin dejar rastro. Paula había experimentado enojo, dolor y apatía en ese tiempo y sin darse cuenta su vida había sufrido una transformación silenciosa y profunda.

Finalmente había aceptado el trabajo en el Manchester City, porque la sola idea de pasar por la ruptura lejos de sus mejores amigos le había producido un inmenso dolor. Los primeros días había estado muy enfocada en eso, en la entrevista y los preparativos, haciendo a un lado las ganas de llorar, empujando sus sentimientos hacia abajo todo lo que pudo. Las primeras semanas de abril había viajado a Manchester con su mejor amiga y en un momento de debilidad, lloró recordando que la última vez ese viaje lo había hecho para verlo a él, sólo por amor.

Durante los primeros días se alojó con Camila y Julián, que finalmente habían dado el paso y habían decidido vivir juntos. En poco tiempo encontró un apartamento moderno y luminoso cerca de ellos y se tomó como su nueva obsesión decorarlo y dejarlo hermoso para vivir. Cada vez que sus amigos le preguntaban cómo se sentía, ella les aseguraba que estaba todo bien, que no tenían de que preocuparse.

Pero Camila y Julián jamás habían visto a paula de aquella manera. Sí, aparentaba que estaba todo bien, pero las manchas oscuras que ni el mejor maquillaje cubrían, lo hundidas que tenía las mejillas y el tono apagado de su voz, revelaban otra cosa. Paula se refugiaba en el trabajo y en sus amigos, pero Camila no podía soportar como su amiga se abandonaba poco a poco y no se permitía ni siquiera llorar.

Una noche, después de escuchar, otra vez, una excusa de su amiga para irse a la cama sin comer, Camila decidió que era momento de intervenir; había respetado su espacio y sus tiempos, pero no podía abandonarla, por mucho que ella lo quisiera.

Se sentó con la fisioterapeuta, le tomó las manos y con voz suave pero firme le pidió que no se dejara vencer por el dolor. Le recordó lo fuerte que había sido siempre, lo mucho que tenía por delante y lo importante que era que se permitiera llorar, sacar todo el dolor y así poder seguir adelante.

La charla con Camila había sido un punto de inflexión para la morocha. Después de esa noche en la que se permitió llorar y desahogarse todas las penas y frustraciones, algo dentro de ella se encendió. No le iba a dar el lujo a nadie de verla así, ella era fuerte e iba a salir adelante. Si Emiliano quería creer que había jugado con sus sentimientos, él se perdía la oportunidad de estar con ella. Y no se iba a hacer más problema por el asunto.

Comenzó a salir, a explorar la ciudad, conocer gente nueva cada noche. Se sumergió en su trabajo, encontrando consuelo y placer en lo que más amaba hacer en el mundo. Bloqueó a Emiliano de todas sus redes sociales y les prohibió a sus amigos hablarle de él. Emiliano era parte de su pasado y no quería saber nada de él en el futuro.

Camila y Julián sabían que esta nueva fachada de indiferencia era solo eso, una fachada. Pero también sabían que la fisioterapeuta necesitaba tiempo, que su corazón, enamorado y roto por primera vez, sanara no era algo que pudiera apresurarse. Así que la apoyaron en todo, en silencio, admirando como cada día que pasaba se acercaba un poco más a recuperar su sonrisa, su verdadera sonrisa.

Y entonces, en medio de su proceso de duelo, Poly conoció a Mason Mount, una tarde de verano ingles en la que Lisandro Martínez los había invitado a pasar la tarde en su casa. Lo que comenzó como un encuentro completamente casual pronto se convirtió en algo más. Poly parecía olvidarse de su dolor cuando Mason la hacía reír y a pesar de que desde un primer momento ella le dejó en claro que no buscaba nada serio, Mason se mantuvo a su lado, como un nuevo amigo fiel con el que podía reír, salir y divertirse.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora