Capítulo Veintiseis

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Tal y como le había prometido, cuando llegaron a la casa, Emiliano fue directamente al baño a prepararlo para ella, con todo lo que ella merecía para disfrutar de un momento de relajación. Paula se sentó en la cama a esperar, confundida de por qué el gigante tardaba tanto en organizar unas toallas y abrir una ducha.

Cuando Emiliano abrió por fin la puerta del baño, la morocha se encontró con el lugar apenas iluminado con unas cuantas velas que desprendían olor a vainilla, la enorme bañera que ocupaba el centro de la estancia llena de humeante agua caliente y lo que parecían ser pétalos de jabón. Paula se giró a mirar al arquero, que le sonreía con inocencia.

—Pensé en que era mi turno de hacerte masajes y consentirte un poco —Le explicó, acercándose a ella y deslizándole la tira de su pareo por los hombros, dejándolo caer al suelo.

—No me quieras quitar el trabajo —Se quejó ella, dando un paso fuera del vestido de playa que había quedado arrugado en el suelo— Los masajes son lo mío...

—Shh —Emiliano le puso un dedo sobre los labios— Deme el gusto y no me pelees.

Paula asintió en silencio, hipnotizada por la penetrante mirada del arquero. La hizo girar y con las manos le deshizo los dos nudos que ataban el bikini a su cuello y espalda. Se inclinó hacia ella, para dejar un rastro de besos desde su hombro hasta su oreja, haciendo presión con sus manos allí donde ella se tensaba. Volvió a hacerla girar, cruzando nuevamente sus miradas y poniéndose de rodillas le deslizó lentamente la bombacha por las piernas, dejando besos por donde la tela pasaba. Paula se sonrojó, ante la intimidad de aquel acto, no era algo meramente sexual, Poly podía sentir las emociones que le trasmitía Emiliano a flor de piel, que con cada beso y caricia parecían sólo crecer.

El arquero se tomó un momento para desvestirse y tomándola de la mano, ayudó a Paula a meterse en la bañera, entrando justo después que ella y sentándose contra el borde, haciendo que ella se acomodara entre sus piernas y apoyara la espalda contra su pecho. Le deslizó el cabello hacia adelante y con ambas manos comenzó a masajearle el cuello y los hombros, realizando movimientos circulares que subían y bajaban la intensidad. Poly cerró los ojos soltando un suspiró completamente relajada, dejándose llevar por los masajes de Emiliano, que cada tanto le dejaba un suave beso en el cuello o en los hombros. El arquero había aprendido algunos trucos de observarla hacerle masajes, por lo que la morocha se sentía completamente en las nubes bajo sus manos y el ambiente que Emiliano había creado con las velas y el aroma a vainilla sólo lograba relajarla más.

Poco a poco, las grandes manos del arquero se fueron deslizando más allá de sus hombros, trazando un camino de caricias por los brazos de la morocha y volviendo a subir hasta sus hombros para bajar por los lados de su espalda, siguiendo la curva de su cuerpo hasta detenerlas en su cadera.

Poly soltó un jadeo cuando sus manos le hicieron cosquillas en el abdomen y subieron lentamente hasta ahuecarse perfectamente en sus pechos. Le mordió suavemente el cuello, succionando su piel en el momento justo en que sus dedos pellizcaron ambos pezones, arrancando un jadeo de sorpresa de los labios de Poly.

La morocha tiró la cabeza hacia atrás, estremeciéndose ante las caricias de Emiliano, él atrapó sus labios en un beso hambriento, dejando que su lengua reclamara cada centímetro de la boca de ella; con sus dedos rozó, pellizco y tironeó aquellos pezones que se habían endurecido con su tacto. Debajo del agua, Paula cruzó las piernas buscando friccionar su zona más íntima, prolongando los espasmos de placer. Emiliano sabía muy bien que sus pezones eran una de sus zonas más sensibles y se estaba deleitando, dándole placer, torturándola de aquella gloriosa manera.

Los jadeos y suspiros que salían de sus labios eran cada vez más fuertes, convertidos prácticamente en súplicas de placer. Emiliano deslizó una de sus manos nuevamente por el abdomen de la fisioterapeuta más allá de su monte de venus. Instintivamente Paula deshizo el cruce de sus piernas para darle acceso al arquero a su zona más íntima; él, con suavidad, separó sus labios con el dedo índice y meñique y deslizó los dos del medio sobre su clítoris. Los movió suavemente primero de arriba abajo, rozando con la punta de sus dedos la entrada de Poly, comprobando como los fluidos húmedos de su cuerpo se mezclaban con el agua caliente.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora