Capítulo Treinta y Tres

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Emiliano dio una última curva para frenar en auto en la entrada de su casa y Paula supo que el arquero no tenía intenciones de perder el tiempo.

No se detuvieron ni siquiera a bajar las valijas del auto, cuando Emiliano detuvo el motor frente a su casa, Poly y él se enredaron en un beso hambriento, ansioso que llevaban deseando desde el momento en que se habían separado. Se bajaron del vehículo apresuradamente y entraron en la casa entre besos y caricias, dejando prendas de ropa a su paso. El buzo del arquero y las varias capaz de abrigo que se había puesto Poly para evitar congelarse en el frío clima de invierno.

Apenas podían contener sus movimientos, entraron en la habitación sin despegar sus labios un solo momento y Paula empujó a Emiliano para sentarlo en la cama y sentarse sobre él, con una pierna a cada lado de su cintura.

—Como te extrañé, la puta madre —Murmuró él contra sus labios, pasando sus manos frenéticamente por todo su cuerpo, desde su nuca hasta apretarle el culo con fuerza contra su ya muy caliente y erecta verga— Me volvía loco no poder tocarte reina, te juro

Paula movía sus caderas frenéticamente rozando su intimidad contra la erección de su novio, buscando fricción y deseosa de que él finalmente le quitara la ropa. Jadeaba con la respiración entrecortada entre beso y beso cuando él se separaba para decirle y mostrarle lo mucho que la había extrañado. Quería tocarlo, sentirlo en su piel, volverse loca con sus caricias y hacerle lo mismo a él.

—Yo también moría por tocarte, Emi —Susurró y sin detener sus movimientos frenéticos deslizó sus manos por la espalda del arquero hasta encontrar el borde de su remera, que tironeó hacia arriba torpemente, quitándosela del camino.

—Todas las noches me toqué pensando en vos —Confesó él, dejando un rastro de besos en su cuello— porque las ganas no se me iban nunca

—¿Perdón? —Paula se alejó de él un poco para mirarlo a la cara, con las cejas alzadas y una expresión pícara en el rostro— ¿Cómo que te pajeaste pensando en mí?

Emiliano le sonrió de lado y se encogió de hombros, estirándose para volver a besarla, pero ella, poniéndole las manos en los hombros, lo empujó hacia atrás.

—¿Me vas a decir que vos no? —Preguntó él, ofuscado y molesto porque le negara su beso— Con lo que te gusta acabar para mi...

Poly no pudo evitar sonrojarse, sabiendo que Emiliano tenía completa razón. No sólo disfrutaba muchísimo coger con él, sino que en las últimas semanas había descubierto que le resultaba extrañamente placentero masturbarse frente a él y acabar bajo su atenta mirada.

—Callate —Le dijo, estampándole un beso en los labios, ocultando su repentina vergüenza— Eso no quita que te hayas tocado sin mí —Le reprochó, sonriéndole con malicia por la idea que acababa de cruzar su mente— con lo que me gusta verte acabar...

La morocha se puso de pie y se inclinó sobre él para quitarle el cinturón. Luego le tomó ambas manos y comenzó a atarle la tira de cuero en las muñecas, apresándolo para finalmente empujarlo sobre la cama colocándole las manos atadas contra el respaldo.

—¿Qué haces? —Preguntó Emiliano igualmente confundido y excitado.

—Ahora me toca a mi —le dijo— Te voy a enseñar a portarte bien a vos, atrevido —Y diciendo eso comenzó a desvestirse muy lentamente, acariciando su cuerpo con suavidad, sin despegar la vista de los atentos ojos del gigante.

Emiliano tragó saliva completamente hipnotizado por su novia. Sus ojos, oscurecidos de placer, siguieron la trayectoria de las delicadas manos de Poly recorriendo su espectacular figura. Lo primero en caer al suelo fue la blusa, dejando al descubierto un delicado corpiño de encaje que el arquero se imaginó arrancando con los dientes. Poco a poco, la fisioterapeuta se fue quitando hasta la última prenda.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora