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Chapter four
The First Day

Diana's pov:

El primer día de clases ya se encontraba lleno de murmullos y todo se debía a una sola cosa: El Torneo de los Tres Magos. John, el cual era el único de nuestro grupo que estaba en sexto año y tenía 17, estaba cuestionándose seriamente si debía postularse o no, y en el Gran Comedor ese era nuestro principal tema.

-¿lo dices en serio, John?- preguntaba Zeus con cierta cautela- No digo que no seas capaz, la verdad es que yo creo que tu podrías con todo Hogwarts, pero yo solo digo que no estoy del todo seguro de si vale la pena.

-¿acaso 1000 galeones no valen la pena?- Saltó Mónica de repente

-¿Acaso la gloria eterna no vale la pena?- salté yo esta vez.

-Ya olvídenlo- gruñó Zeus al ver que no íbamos a cambiar de opinión.- aunque deberían comenzar a preocuparse con los TIMOS.- todo el mundo ignoró aquel último comentario.

-a mi me parecería increíble. Podré presumir en las clases que tengo un amigo campeón- sonrió Nick, quien comía un poco de cereales con leche.

-yo solo digo... ¿qué mejor desafío que un torneo?- sugerí, sabiendo que John tenía debilidad por los retos.

-Y yo amo los desafíos... tienes razón, Diana.

-ya ves, tienes la decisión tomada y aún faltan casi dos meses para poder postularte... de nada.

Dicho esto tomé mi varita y le lancé un copo de cereal que le pegó en la sien.

-¡Ey!- se quejó.

-¡te estoy poniendo a prueba! ¿cómo piensas ganar el torneo si siquiera tienes los reflejos suficientes como para esquivar un copo?- todos comenzamos a reír, mientras yo ya sabía cómo iba a molestarlo durante los próximos dos meses. 

Mónica había leído nuestros horarios en voz alta, así que nos despedimos de John antes de todos tomar la primer clase (la cual teníamos juntos antes de comenzar a dispersarnos) Transformaciones, a decir verdad, se me daba medianamente bien, aprobaba y esas cosas.

Así que de vez en cuando me podía dar el lujo de relajarme y no prestar tanta atención como los demás, ya que era considerada una materia bastante difícil. 

Por ser la primera clase, Mcgonagall nos dio una extensa explicación sobre los TIMOS y qué sería lo que ella evaluaría, sus criterios para que lográramos aprobar. Luego comenzamos a enfocar más que nada en lo teórico, escribiendo con tinta y pergamino lo que aparecía de la nada en la pizarra mientras Mcgonagall explicaba.

Así que, cuando se escuchaba el gran barullo en el exterior de la clase, me di el lujo de girar la cabeza y ver qué era lo que ocurría a través de la ventana. Y, (oh sorpresa) vi a un montón de chicos y chicas al rededor de Cedric Diggory, obstruyéndole el paso y llenándolo de preguntas. Este les daba una sonrisa sin más.

Siempre tan cortés, debería aprender a decir que no a veces.

Y por un momento, una idea loca se me vino a la mente, una para nada consciente. Yo podía sacarlo de ese apuro, yo podía ayudarlo y él me notaría aunque sea un poco. Levanté la mano, con una determinación que era solo posible debido a la adrenalina que me daba pensar en que este se fijaría un poco en mi. 

Luego de cuatro años, quizá por fin podría animarme a hablarle.

-Profesora Mcgonagall, ¿podría ir al baño?- luego de insistirle arduamente, esta accedió y yo caminé, temblando un poco, hacia la puerta.

Essential-Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora