Essential-Cedric Diggory

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Chapter Twenty Six
He Knows Everything 

La mirada de todo aquel que se encontraba en el pasillo pasaba por aquella chica castaña que caminaba a paso largo y firme por los corredores. Sin mirar a los costados, sin importarse con la apariencia que estaba teniendo, ni tampoco por los comentarios maliciosos que le tiraban, pues parecía incluso no lograr escucharlos de la furia que drenaba por sus venas. 

Las personas siempre consideraron a Diana una chica tranquila, de vez en cuando podía ser impulsiva en ciertas situaciones. Pero nunca la habían considerado explosiva, lo cual era contradictorio al observar la manera en la que sus puños estaban cerrados con tal fuerza que ya se encontraban blancos. Sus ojos no paraban de mirar fijo hacia adelante y su expresión era tan amenazadora como cuando la veían en defensa contra las artes oscuras a la hora de concentrarse. 

Diana solo lograba oír un ruido blanco y molesto, un pitido que no le permitía prestar atención a nada de lo que había en el exterior de su burbuja de furia. Pasó por mucha gente sin darse cuenta hasta llegar al frente de la oficina de Dumbledore, en donde coincidentemente estaba Snape

-le recomendaría abrigarse un poco más, señorita Amarount- comenzó a decirle Snape con un tono amargado- ¿dónde se encuentra su tuni-

-necesito hablar con el profesor Dumbledore- lo interrumpió Diana, sin importarle faltarle el respeto a un profesor, con al voz agitada y más ronca de lo que se esperaría de la chica.

Por el contrario de lo que cualquiera pensaría, una siniestra sonrisa se formó en su rostro, abriéndose paso para dejarla entrar a Diana

-cromo de ranas de chocolate- dijo el profesor y la puerta de la oficina se abrió. La chica entró tan rápido como una flecha al ser lanzada. Una vez más volvían a estar los tres: Diana, Dumbledore y Mcgonagall en la misma oficina, solo que esta vez la menor de los tres estaba enfadada.

-señorita Amarount, ¿qué la trae por aquí?- preguntó Dumbledore con un tono impasible.

-Usted sabe qué es lo que hago aquí.

-¿lo sé?

-¡Si!- estalló la chica - ¿¡Por qué lo hizo!?-  para este punto a Diana no le importa estarle faltando el respeto a su querido y aclamado director, no luego de lo que le hizo. 

La profesora Mcgonagall observaba todo en silencio, con un remordimiento interno al ver el estado de su alumna, la que siempre sonreía y la tan querida por todos. Ahora parecía rota.

-Señorita- comenzó a decir la profesora, pero Diana no permitió que terminara, su blanco principal era aquel anciano que terminó por engañarla de una manera sucia.

-¡Mi privacidad!, ¡mi vida!, ¿¡usted se hace una idea de cómo me perjudicó lo que acaba de hacer!?

Un silencio reinó la sala. Claramente el profesor estaba esperando a que su alumna se calmara.

-Entiendo su enfado, de verdad que lo hago- el anciano comenzó a caminar alrededor de su sala, con la mirada de los presentes fijas en él- espero que me crea cuando le digo que lo último que quería era provocar esto, señorita Amarount... la vida es tan misteriosa y actúa de las formas más extrañas. Lo pienso cada vez que tengo que tomar una decisión, inúmeras preguntas pasan por mi cabeza: ¿por qué no existe solución fácil?, ¿es esto lo correcto?, ¿hará alguna diferencia? Y normalmente a la respuesta que llego es esa: la vida actúa de formas extrañas. Su caso no fue la excepción, le prometo que estuve noche y día pensando, y espero que entienda que no había otra opción.

-no hay otra opción- repitió Diana, atónita por lo que estaba escuchando.

-...que todo es por... un bien mayor.