EPÍLOGO: QUERIDA OLIVIA

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EPÍLOGO: QUERIDA OLIVIA

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EPÍLOGO: QUERIDA OLIVIA


Querida Olivia.

Siendo sincero esto no es de las cosas más sencillas que me ha tocado hacer, nunca me imaginé volver a verte y vaya que creciste. Me lamento cada noche no haber estado contigo, sé que la vida no ha sido muy justa contigo, sin embargo, quizás te sirve de consuelo saber que con ninguno de nosotros. Pero tú sigues adelante, eres como Sara, la veo en tu rostro, en tus bromas, en esos comentarios intelectuales que sueltas sin importar que nadie más en la habitación los entienda.

Te debo una disculpa. Lo sabemos, por otra parte, no quiero gastar estas hojas en lamentos por cosas que nunca podré decirte de frente. No vale la pena mirar atrás, si estás leyendo esto es por la simple razón de que ya no estoy más contigo. Claro, felicitaciones por sobrevivir al atraco más grande de la historia.

En el momento que vi llegar a Toledo a una muchacha re aspecto rebelde y de pocas palabras, nunca dudé que eras tú, Olivia. Tienes la misma mirada temerosa de lo desconocido, mezclado con el tono de voz de tía fuerte que intenta camuflar su miedo. Me quedé sin aire, miré a Sergio que lo supo disimular mejor, es mágico que eras la misma bebé que sostenía en mis brazos cuando no sabías más que balbucear y reírte por cosas tontas que solo a una cría le podían hacer gracia. Ahora te estás preparando para poner en pausa un país con tal de robarles miles de millones.

Este plan tan peculiar fue obra de tu abuelo, el cual no tuvo el placer de conocerte a ti ni a tu hermano. Pero no tengo dudas de lo orgulloso que estaría de verte tan entregada a que todo salga bien, tienes el espíritu de tu madre, sé que estará bien.

Es un poco anticuado el medio, lo sé, las cartas no se estilan mucho por estos tiempos que existen móviles. De igual manera, así podrás quemar este papel, tirarlo al mar, lanzarlo a la basura o guardarlo en un bolsillo para después olvidarte y terminar en la lavadora. Es tu decisión, siempre lo fue.

Mis actos cuestionables no pienso justificarlos, sé que usaré palabras horribles, me cuestionarás en todo momento al punto que me odiarás. No pretendo sonar a un mártir con lo que te voy a decir, así que no lo tomes de esa manera, la finalidad es que entiendas que la promesa con Sara fue la de cuidar de ti luego de su fallecimiento... y si estás ahora mismo en un barco rumbo a aguas internacionales es de mi agrado informarte que lo conseguí. La última deuda de mi vida quedó saldada.

Así que no tengo más que decirte que vivas tu vida, disfruta cada momento porque te lo ganaste. Pusiste lágrimas, miedo, seguro enfrentarás a la muerte cuando estemos encerrados. Joder, Olivia, no tengas temor, estás a punto de hacer historia y yo confío que eres capaz de lo que sea con tal de cuidar a los tuyos, eres valiente, tanto que puede ser peligroso, inteligente, estás llena de amor para dar, pero te guardas al no confiar en la gente que te rodea. Ves en Río a Marcos, lo sé por cómo le cuidas del chaval y en el fondo creo que aún te duele.

Recuerda que todo lo que pierdes es un paso que das.

Encuentra el amor, tómalo, disfrútalo de manera intensa e inolvidable. Cambia de nombre, visita lugares que no sabías de su existencia, cásate todas las veces que quieras, enamórate y vuelve a hacerlo, ya que la vida es así. Un carrusel que no se detiene en ningún momento, sé feliz, llora, grita hasta quedar sin voz, pelea por lo que quieres porque sabemos que la vida no va a ser justa.

Esa es la clase de vida que quiero para ti. Una de la que no te arrepientas.

Enhorabuena, Olivia, lo lograste. Ahora estás por tu cuenta, siempre lo has estado.

Tranquila, puedes con esto.

Andrés.







Olivia tomó aire al terminar de leer, entendiendo perfectamente cada palabra, encontrando sentido a la primera leída. Soltó las últimas lágrimas, dispuesta a dejar de llorar, tenía el frío golpeando su rostro junto al mar en su esplendor frente a sus ojos. El atraco solo fue el comienzo del resto de su vida con el chico que más había amado, Daniel, que también estaba dispuesto a dar su vida por ella sin pensarlo dos veces con tal de cuidarla.

Había soñado por años esa tranquilidad, finalmente la tenía. Era la calma de las olas, la sensación de no mirar a todos lados por sentir que le iban a hacer daño. Esa tranquilidad que no había sentido jamás creyendo que no la merecía.

Soltó una risa llena de emoción reflejada en lágrimas en sus ojos.

Miró la carta en su mano moviéndose por el viento rebelde, soltó una risa cuando la idea de lanzarla al mar se cruzó por su cabeza. Mejor la dobló y se la guardó en el bolsillo de la gruesa chaqueta que la abrigaba de las bajas temperaturas. Ese era el último recuerdo de Andrés que fue entregado por un nervioso Sergio lleno de tristeza por la pérdida de su hermano.

Quién mejor que Olivia para sentir empatía ante aquel desesperante dolor.

── ¿Cómo sigues?── le preguntó Daniel acercándose después de dejarla un largo rato sola── Estás muy callada.

Ella sonrió y tomó sus manos contenta de que llegara. Daniel la abrazó por atrás, pasando sus brazos por el cuerpo de la chica, acomodándose para que Olivia se apoyara entrelazando sus manos. Se quedaron los dos viendo el inmenso mar, recordando lo que perdieron, las personas que no volverían a ver que dejaron en la fábrica, esa herida que jamás cerraría. Fue ese momento de silencio donde su corazón aprovechaba de romperse.

El ojiazul se limpió una lágrima rápidamente al darse cuenta de que iba a romperse a llorar por su padre, que no estaba allí celebrando con el resto de la banda. Olivia se giró a tomar su rostro entre sus manos con suavidad, no podía quitarle el dolor, lamentablemente también pasó por eso y ahora, después de años en silencio, podía admitir que todavía no lograba vivir con eso.

── Tranquilo, vamos a estar bien── susurró la chica. Daniel asintió, creyéndole sus palabras── Denver y París pudieron, Daniel y Olivia también.


honor among thieves  +.・ la casa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora