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LA VERBENA
DOS MESES ANTES Viernes 22.38 P.M.
Esta sería la primera vez que nos atrevíamos a salir de esta casona en donde ya me sentía encerrada. Y lo íbamos a hacer a lo grande, fue el mismo Denver en tener la idea de colarnos a la fiesta de la verbena de Toledo que se celebraría esta misma noche en el pueblo. Al principio estaba totalmente negada a romper otra regla, vamos, que acostarme con Denver cada semana ya era mucho pero fue él mismo el que una noche entre besos y caricias me convenció que era una idea de puta madre.
Denver definitivamente era mi mala influencia pero no podía quejarme, me gustaba mucho y estaba coladísima por ese hombre.
── Vamos, tía, que parece que me estoy pasando un poco con el labial── habló Nairobi mientras se miraba al espejo── Van a creer que voy muy putona, no sé, ¿ustedes qué creen?
Tokio que estaba vestida de manera extravagante con su falda con alas de ángeles y un top negro complementado con un peinado bastante extraño, se acercó a Nairobi emocionada.
── Yo en cambio voy súper sencilla── dijo Tokio sarcásticamente a nosotras mientras ella se ponía unos lentes circulares grandes de color azul── A ver, ¿dónde vamos?
── A la verbena── respondimos a la vez con Nairobi.
── Entonces tendrás que ir de putón verbenero.
Yo estaba sentada en mi cama mientras ellas se arreglaban cada vez más y más para mi gusto. Bueno, no podía decir mucho cuando solo me había animado a sacar un vestido negro de tachas que lo más extravagante que tenía era sus cortes en la cintura por lo que me daba mucho frío usarlo.
── ¡Nos vamos de fiesta!── mi puerta se abrió de pronto dejando a Río pasar con bastantes ánimos de salir── ¡Esta noche vamos a follar y drogarnos!
── La buena vida, solo te faltó el rock and roll── dijo Nairobi bailando al ritmo de la música que teníamos de fondo.
── No griten, por favor── solicité viendo como los tres se ponían a bailar── El Profesor nos va a pillar antes de salir.
── Río, ¿ya tienes las llaves?── le preguntó Tokio ignorando mis palabras.
En vez de responder, Río sacó de sus bolsillos unas llaves que las hizo gritar a ambas de la felicidad pero yo solo rodé los ojos. Eran las llaves del Seat Ibiza que ocuparíamos para poder ir y volver sin problemas, se las habíamos robado al Profesor en la tarde mientras almozábamos todos en el patio, uno se encargó de colarse en su habitación y sacarla.
── ¿Pueden bajar la voz?── volví a preguntar esta vez más seriamente.
── Vamos, que la Parisina no se ha movido de su cama── reclamó Nairobi── Con lo guapa que va no quiere salir.
