¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
RESTAURACIÓN
Martes 08.19 A.M. OCHENTA Y CUATRO HORAS DE ATRACO
Dejamos a los rehenes en el hall a cargo de Denver, el mismo se había ofrecido a hacer de canguro mientras el resto nos juntamos en la sala de reuniones a discutir el tema que ahora era máxima prioridad. Oslo, y como íbamos a proceder con su estado de salud.
No era una médico recibida de la carrera, lo único que tenía de sustento de medicina era lo poco que estudié junto al Profesor antes de entrar. Rápidamente se podía concluir un par de cosas, ninguna era un pronóstico favorable para nuestro compañero. Una herida en la cabeza es literalmente dañar el disco duro de una computadora, como atacar el sistema entero. Dañar tu cabeza era igual, o más letal que una bala al corazón, ya que la segunda te mataba al instante, ni siquiera llegas a escuchar esa bala que te ha matado. Pero lo otro te dejaba muerto en vida.
Nairobi tomaba un café en la mesa mirando a Helsinki cuidar de Oslo a toda costa. Cuando ella nos vio entrar todos juntos se dio cuenta que la se aproximaba algo grande.
── Tenemos que hablar── habló Berlín al momento de poner un pie adentro── No quiero ser agorero, pero el golpe en el cráneo creo que ha causado un daño irreparable.
── ¿Y cómo cojones sabes tú eso?── preguntó Nairobi saltando al choque── ¿Pasa que ahora eres doctor?
── Oslo no responde al estímulo de la luz sobre sus pupilas── interrumpí evitando conflicto── Eso significa...
Miré a Helsinki que acomodaba a su primo sobre el sillón, me fijé que incluso le había cambiado la polera por otra limpia. No quería decirlo, sentía que sentenciaba a Oslo al peor destino.
── ¿Qué significa, París?── me preguntó Río preocupado.
Todos me miraban esperando que lo soltara, suspiré pasando mis manos por mi pelo suelto intentando sonar lo más suave que se podía en esta situación.
── Muerte cerebral── solté rápido.
── ¿Ahora también eres neurocirujana?── preguntó Tokio── ¡Tenemos que llevarle a un hospital!
── Igual se le puede curar── susurró Nairobi nerviosa, aunque sus palabras no sonaban convincentes ni para ella misma.
Cerré los ojos un segundo, tragué fuerte para prepararme. Miré a Berlín que serenamente fue por una taza de café del dispensador de la sala.
── De aquí no sale nadie, ¿me oyen?── sentenció Berlín tranquilo todavía── Con boquete o sin boquete, ya saben lo que dijo el Profesor.
── ¡Me la sopla el Profesor! ¿Dónde estaba el Profesor cuando se han fugado dieciséis rehenes?── decía Nairobi a punto de colapsar── ¿Dónde estaba el Profesor cuando le han abierto la cabeza a Oslo?