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LLEGANDO A CASA
UN DÍA ANTES Viernes 01.38 A.M.
Solo nos bastaban un par de horas para tener que levantarme a preparase para el comienzo del atraco. La verdad que mis intentos de dormir era inútiles, solo daba vueltas sobre vueltas en mi cama. Por tercera vez tomé el reloj de la mesita; marcaba las tres de la madrugada y yo aquí sin poder pegar el ojo. Concluí que los demás estaban durmiendo, sentía los ronquidos de Moscú desde el final del pasillo y también escuché como Tokio y Río tumbaron el cabecero de la cama hasta acabar con sus asuntos amorosos. Joder los problemas de esos dos.
Prendí la lámpara resignada y derrotada por el insomnio, no había nada que hacer entonces decidí ir a buscar unos dulces que había dejado en la mesa del comedor porque el hambre me mataba. Tomé una sudadera que Río me había prestado pero jamás se la devolví y salí al frío pasillo, como el de las películas de terror. Cinco meses encerrada acá y jamás me pude acostumbrar a lo tétrico que podía llegar a ser este sitio, con sus arañas o pisos de madera que rechinaban cuando pisabas.
Pasé corriendo el horrible gran pasillo para llegar al comedor, la puerta que conectaba con el gran patio estaba cerrada, todo era iluminado por la poca luz de la luna. Tomé los caramelitos rápidamente me devolví corriendo otra vez a mi habitación, como una niña pequeña con miedo de que la atrape el monstruo.
Cuando entré a mi cuarto ya no se encontraba tan vacío como lo había dejado, la única persona que se atrevería a entrar sin mi permiso, el macarra de Denver que estaba tirado en mi cama como si de la suya se tratara.
── ¿Qué quieres?──le pregunté mientras me llevaba un par gomitas a la boca.
── ¿Eso es de Río?── señaló el polerón a lo que yo solo asentí porque tenía la boca repleta de dulces── ¿Por qué ocupas la ropa de ese tío?
── Entonces, ¿me la quito?── pregunté con un tono juguetón, él solo soltó su risa que siempre lograba contagiarme── Venga ya, muévete que la cama no es tuya.
Me acosté a su lado y nos quedamos en silencio.
── No puedo creer aún que mañana es el gran día── Denver se atrevió a romper el silencio── ¿Estás nerviosa?
── Demasiado── respondí mirando al techo, el mismo techo durante cinco meses cada puta noche── Creen que todo está planeado perfectamente, pero siempre hay algo, las posibilidades son infinitas.
── Eso solo depende de nosotros, ¿no crees? Además tendremos pistolas, eso asusta a la gente.
No pude evitar sonreír ante las cosas tan aleatorias que podía soltar este hombre. Denver era un idiota de un corazón puro, tan puro como nunca podrá ser el mío.
── También me preocupa que te pase algo malo a ti, Denver── le confesé pero esta vez mirando sus ojos claros que me traían completamente encantada── Promete que no vas a hacer ni una estupidez por favor.
