OCHO: NO RECORDARÉ TU NOMBRE

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NO RECORDARÉ TU NOMBRE

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NO RECORDARÉ TU NOMBRE

Martes 14.20 P.M.
OCHENTA Y NUEVE HORAS DE ATRACO

─ ¡París, para ya, joder!─ gritó caminando con paso apurado Denver atrás de mi. Lo que me hizo bufar porque ni siquiera estaba corriendo de él, solo caminaba rápido intentando dejar su presencia atrás, cosa que al parecer era imposible de ignorar.

Me detuve en seco, estábamos fuera de los baños en donde el silencio reinaba ya que no había compañeros ni rehenes cerca lo que hacía mucho más incómodo esta situación.

Todavía recuerdo las palabras de Berlín, recuerdo como me cayeron como un golpe seco del hielo más helado, lo que me paralizó en su momento sin poder reaccionar de ninguna manera. El silencio que se había formado en ese lugar era de los peores que me habían tocado vivir. Caí en cuenta que era la primera vez que alguien me ponía los cuernos, y eso me pasaba por caer en los encantos de un tío de carita bonita enmascarado con una careta de Dalí con nombre de ciudad. Pues vaya partido que me saqué, mi madre estaría dándome de hostias por imbécil.

También me di cuenta que ya no quería verlo.

Entré al baño para gente con movilidad reducida que era el que nadie usaba y cerré de un portazo, con ruido fuerte que seguramente se escuchó un par de metros más allá. Pegué mi espalda contra la madera reforzada que me separaba de Denver, y recordé las palabras de Berlín cuando recién entramos a este atraco.

Hazte cargo de tu respiración. Se repetía en bucle en mi cabeza cual mantra. Inhalando y exhalando como si fuera una máquina con la respiración automática desactivada. Tomé mi cabeza entre mis manos para no hacer una escena, porque no iba al caso en el contexto tan peculiar en lo que estábamos envueltos. Joder, lo que faltaba en el atraco para darle la pinta de reality show, el drama amoroso de dos imbéciles.

Los golpes en la puerta no se hicieron esperar. Eran brutos, violentos y deseperados que llegaban a asustarme.

─ París, por favor, escúchame un momento. Te lo ruego─ se escuchaba del otro lado muy cerca de la puerta. Como si su frente estuviese pegada a la madera─ Hey, necesito que me escuches. Aunque sea una última vez y después si quieres me voy a tomar por saco.

── Pues que pedazo de oferta.

Conocía lo suficiente a Denver, sabía que estaba siendo sincero en ese momento. Lo estaba rogando de verdad porque sus palabras lo transmitían con una claridad que nunca había conocido en mi vida, y me jodía que quería escucharlo. Necesitaba que me dijiera que no era cierto, que no era un tío capaz de aprovecharse de esa manera de la gente a la cual le estamos haciendo daño.

─ Vete, Denver─ susurré en voz baja como si me pudiera escuchar── Anda a hacer tu puñetero trabajo que para eso estamos metidos aquí.

honor among thieves  +.・ la casa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora