Esa mañana, Leslie se despertó al amanecer, como casi todos los días lo hacía, lavó su rostro y ató su largo cabello chocolate con una liga, parte de ella, deseaba volver a la cama; cada día le resultaba más difícil cumplir con su estricta rutina, sin embargo, allí estaba, haciéndose el clásico batido verde con proteína para mantenerse despierta.
Por su mente, vagaban millones de ideas nuevas, revoloteando como pequeñas luciérnagas en la oscuridad que no la abandonarían hasta que las anotara o plasmara en el lienzo. Se bebió de un trago el batido, siempre estaba en movimiento, tal vez últimamente su cuerpo no estuviera muy en sincronía con su mente, pero no le importaba, lo obligaría a seguirle el ritmo, al menos hasta donde pudiera hacerlo.
Antes de irse volvió a su alcoba para mirar una última vez a su novio, quien, al contrario de ella, dormía como un perezoso hasta las ocho de la mañana. Sonrió percatándose de que ni se había inmutado por su partida y le besó la mejilla en despedida.
Tomó su vieja bicicleta y salió a correr los diez kilómetros que acostumbraba a hacer, no importaba que su cuerpo estuviera tan agotado como si hubiera pasado días sin dormir, tenía que cumplir con sus planes, su psiquis dependía de ello. A los cinco kilómetros de trayecto, sus pulmones quemaban y sus piernas, gritaban por descanso.
Con todo el dolor del mundo, aceptó que no podría llegar a su meta, al menos si quería volver a casa en una pieza. Su frustración crecía cada vez que cosas como esas ocurrían, no estaba acostumbrada a dejar actividades por la mitad y mucho menos, cambiar de planes.
Llegó a su hogar mucho después de lo que había planificado, cabreada de ir tarde con su agenda. Jason, como de costumbre ya había hecho el desayuno y la esperaba para compartirlo, las mañanas siempre eran amenas y cálidas entre ambos; reían y hablaban del día por venir, no obstante, la irritabilidad de Leslie por los peculiares cambios que su cuerpo estaba presentando, comenzaba a afectar un poco su dinámica matutina, más para ella que para él, quien poco le importaba si ella cumplía o no sus planes al pie de la letra.
Al terminar de desayunar, como todos los días Jason se iba a trabajar, dejándola sola con sus preocupaciones y pesares. Leslie quería pensar, que su novio estaba tan ansioso como ella por recibir los dichosos resultados de laboratorio, a pesar de que no demostrara sus miedos, se convenció de que tenía la suficiente empatía, como para que de verdad le importara.
El resto del día trabajó en la complicada pintura que hace semanas había empezado, su meta, era terminarla antes de recibir los exámenes, sin embargo, su cuerpo de nuevo le falló a su mente y el cansancio la abrumó, obligándola a tomar una siesta que se extendió hasta el anochecer.
Los resultados habían llegado cuando dormía, pero era muy tarde como para hacérselos llegar a Félix, su oncólogo designado y casualmente, mejor amigo de Jason. Se sentía agradecida y afortunada, de contar con un doctor de tal prestigio como amigo; aunque esperaba una respuesta positiva de los exámenes que se había realizado, se encontraba preparada para lo contrario y sabía, que el doctor Treviño haría lo imposible para ayudarla, no dejaría que la novia de su padrino de bodas muriera, era lo que la mantenía con esperanzas.
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El ocaso entre nosotros.
RomanceLeslie es una artista en auge que adora su libertad e independencia. Su mayor defecto es que cuando ama lo hace con tanta intensidad que no se da cuenta que a veces el amor también puede ser peligroso. Andreas es un doctor que sueña con formar una...