Capítulo XII

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Toda su vida estuvo solo, su madre murió cuando era muy pequeño como para recordarla y su padre, prefería pasar sus días en la oficina y en sus ratos libres, se las ingeniaba para tener alguna comida o reunión de negocios

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Toda su vida estuvo solo, su madre murió cuando era muy pequeño como para recordarla y su padre, prefería pasar sus días en la oficina y en sus ratos libres, se las ingeniaba para tener alguna comida o reunión de negocios.

No tuvo hermanos, ni parientes cercanos que le hicieran compañía. Su infancia transcurrió en un desfile de niñeras y criadas, dedicadas a hacer sus deseos realidad. El dinero tampoco fue algo que le faltara, y sin saberlo, creció con la idea de que un hombre solo podía ser exitoso solo si contaba con éste, y por supuesto, con una mujer en casa que resolviera todos sus problemas.

Siempre fue muy popular entre sus amigos, no solo por ser adinerado, sino también, por su carisma y aparente buen corazón. No había casi nadie inmune a sus encantos, Jason Levin era sinónimo de bondad, carisma y humildad. Una fachada que mantenía a la perfección a donde quiera que fuera, excepto en su hogar.

Las criadas le temían al joven patrón, porque sí, en ausencia de su padre, Jason era el amo y señor de toda la mansión Levin, incluyendo a los empleados dentro. Su carácter demandante, lo hacían muy difícil de complacer a tal punto, que las criadas y niñeras se limitaban a seguir sus órdenes al pie de la letra, hasta respirar incorrectamente cerca del joven, llegaba a desencadenar horribles rabietas.

Conforme crecía, sus gustos evolucionaban y transformaban con él; los gritos e insultos a su personal llegaban a lo físico, sobre todo si se trataban de mujeres las que desacataran sus instrucciones. Su padre, digno empresario que resolvía cualquier asunto con un trato, logró sacarlo de muchos escándalos publicitarios y legales, sobornando a cualquier criada maltratada, que osara amenazar con una demanda.

Para Jason, estas situaciones le importaban un pepino, las criadas irrespetuosas, tenían que aprender de una manera u otra a trabajar como era debido, al menos, como para él era debido. En cuanto a su padre, a pesar de que se preocupaba por el carácter irascible de su hijo, optaba por mantener silencio, no inmiscuirse en sus asuntos y sacarlo de los apuros en que se metiera.

John Levin, nunca aprendió a ser padre, ni se interesó por serlo. Así que cuando su hijo resultó ser un a manzana podrida de aspecto apetitoso para la sociedad, se conformó con ello, si no aportó ni una pizca de enseñanzas a su crianza, no se sentía con suficiente moral como para reprocharle su comportamiento en su adultez.

De esta actitud desinteresada de su padre, Jason aprendió a exigir más que a solicitar. Sabía que su progenitor no le diría nada con respecto a sus volátiles acciones, entonces, más aún las hacía para luego demandarle a su padre que arreglara las consecuencias de sus actos.

La relación de padre e hijo se transformó en un círculo vicioso, del cual ninguno de los dos encontró salida, al menos no, hasta la muerte prematura del viejo Levin, que desencadenó el inicio del fin para la inestable vida de su hijo. Los criados huyeron, las empresas de su padre cerraron y a pesar de contar con infinidad de dinero, finalmente, Jason se quedó por completo solo.

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