Capítulo XI

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Andreas se consideraba un hombre tranquilo, tenía su carácter, como cualquier otro lo tendría, no soportaba las injusticias, ni los abusos; su familia le había infundido muy buenos valores al respecto, además, su carrera giraba en torno al juramen...

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Andreas se consideraba un hombre tranquilo, tenía su carácter, como cualquier otro lo tendría, no soportaba las injusticias, ni los abusos; su familia le había infundido muy buenos valores al respecto, además, su carrera giraba en torno al juramento de "evitar toda maldad y daño".

Muy pocas fueron las veces en su infancia, en la que había participado en una pelea, no obstante, cualquier problema que lo inmiscuyera en ellas, la gran mayoría del tiempo era resultado de su amor a sus hermanos e intolerancias a los malos tratos, de niños mayores en contra de estos.

Ninguna mujer, había sido capaz de hacerlo perder el control, ni lograr que llegara a los puños con tal de defender su honor; en parte gracias a que no hubo mujer —sin contar a las de su familia—, hasta la llegada de Lucilia, que le interesara tanto o valiera tanto como para armar una algarabía cuando la solución podría ser pacífica.

A pesar de que las palabras no se le daban muy bien del todo, se esforzaba mucho en arreglar los problemas hablando antes de llegar a lo físico. A sus treinta y tres años, podía considerar que su conducta era intachable, algo digno de admirar en realidad. O al menos, eso pensaba, hasta que por primera vez en su vida, se dejó llevar por la ira y terminó tras las rejas, todo por intentar defender a una mujer que claramente no quería ser defendida.

—Sé que no estás de humor, pero tuve que hacerlo —masculló Rodrigo, sentado a su lado, tenía un labio hinchado y la camisa algo rota.

—¿Qué? —respondió de mala gana, su mirada estaba perdida en el suelo, a pesar de haber descargado toda su furia en el rostro de Jason, la frustración no se había marchado.

En su mente, la única imagen que se repetía una y otra vez era la del rostro aterrorizado de Leslie, intentando defender a Jaso: yéndose con él, como si fuera un príncipe azul maltrecho y Andreas, la bestia que lo había lastimado. No podía creer cómo una mujer tan maravillosa, estaba tan cegada a la realidad y como albergaba sentimientos por alguien tan despreciable.

—Llamé a Lucilia...

—¡¿Qué hiciste qué?! —pensó que no había nada que lo hiciera molestar más, pero se equivocaba; allí estaba Rodrigo, con su cara de inocencia e intentando sonreír con el labio roto.

—Lo siento, pero era la única opción, los que conozco están de guardia y no quería molestar a mis padres —se encogió de hombros.

Respiró profundamente, intentando con todas sus fuerzas no estrangular a su mejor amigo. Al verlo, recordó más detalles del desastre que se armó; en su mente, ya no solo estaba Leslie, sino también quienes intentaron detenerlo para que soltara a Jason.

Varios hombres se interpusieron en su camino, sujetándolo por las extremidades, pero la furia era tanta, que Andreas logró zafarse y asestarles a ellos varios golpes; algunos se alejaron, mientras que otros le respondieron, fue en ese momento donde Rodrigo entró en la trifulca.

El ocaso entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora