Lucilia acababa de atender a su última paciente del día y agradeció que por fin había terminado su turno. Por su mente, repasaba una lista de cosas por hacer antes de llegar a casa, por primera vez en semanas podría cenar con Andreas, ya que sus horarios finalmente congeniaban.
Está vez, haría todo bien, le prepararía una cena romántica con la lasaña que él tanto amaba, no había forma de que le quedará mal ya que su suegra le compartió la receta paso por paso; beberían vino, disfrutarían de su compañía y estaba segura de que terminarían en la cama.
Su inseguridad y temores estaban al máximo los últimos día, el poco entusiasmo de su novio al momento de tener relaciones era algo que la consternaba. No se explicaba que estaba haciendo mal, ya se había disculpado, ya había cedido y aceptado sus errores; se encontraba allí para él y, aun así, todavía tenían problemas.
Eso se acabaría esa noche, si Andreas estaba estresado, ella lo relajaría, si estaba exhausto, encontraría la forma de energizarlo, sea cual sea su problema, lo solucionarían en la cena, no podía dejar pasar un día más. Tomó sus cosas, dispuesta a marcharse lo más pronto e ir al supermercado por los víveres que le faltaban para la comida cuando su celular comenzó a vibrar.
—Wilson —contestó el móvil sin verificar quien la llamaba y al escuchar esa voz rasposa, se arrepintió inmediatamente.
—Lu, no cuelgues.
—Te dije que no me volvieras a llamar, Gerard —siseó, viendo sobre su hombro antes de encerrarse en un cuarto de mantenimiento—. ¡Y menos en mi horario laboral!
—Lo sé, lo sé, lo siento, pero tenía que oír tu voz..., no puedes hacerme esto, Lu —la aludida puso los ojos en blanco mientras se recostaba contra la pared—. Pensé que lo nuestro era algo real.
—¿Real? —resopló—. Solo fue una aventura pasajera, ambos lo sabíamos desde un principio, ¡me voy a casar!
—Ni tu misma te crees eso, cariño... —Lucilia pasó saliva—. Si fueras feliz con el italianucho no te la hubieras pasado de lo lindo conmigo.
—Lo nuestro fue un error, ya te lo he dicho —masculló—. Amo a Andrew, es el hombre de mi vida y...
—¿Y el hombre de tu vida te corta las alas?, no vendrás a Houston porque tu futuro maridito es un maldito egoísta que no quiere verte florecer. Yo si te entiendo, cariño —Lucilia se golpeó la cabeza contra la pared, tenía semanas sin saber nada de Gerard, un doctor que conoció en Houston y con el cual había pasado unas cuantas noches, que consideraba errores—. Dame una oportunidad de demostrarte lo bueno que podemos ser juntos...
—Gerard... —sus primeros viajes a Houston, tuvo poco contacto con el atractivo doctor, nunca pasó por su cabeza engañar a Andreas, lo amaba con toda su alma y solo pensarlo la hacía sentir asqueada. Lamentablemente, las oportunidades de trabajo siguieron llegando y los viajes se hicieron más frecuentes, como también, sus encuentros con Gerard. Lo que empezó como un coqueteo inocente, cargado de sentimientos de culpa, terminó como una excitante relación dónde lo prohibido solo incrementaba el deseo.
ESTÁS LEYENDO
El ocaso entre nosotros.
RomansaLeslie es una artista en auge que adora su libertad e independencia. Su mayor defecto es que cuando ama lo hace con tanta intensidad que no se da cuenta que a veces el amor también puede ser peligroso. Andreas es un doctor que sueña con formar una...