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reencontré con una antigua compañera de clase e hice un grupo de amigas enmi ciudad natal.

 —¡Cuánto tiempo sin verte, Furukura! ¡Has cambiado un montón! —mesaludó Miho con voz alegre. Empezamos a hablar de mi bolso, que ella teníaen otro color, y nos intercambiamos nuestros e-mails para ir juntas decompras la próxima vez. Desde entonces quedamos de vez en cuando paracomer o ir de compras.

Actualmente, Miho está casada y vive en mi ciudad natal, en una viejacasa unifamiliar de propiedad donde suele reunir a sus amigas. A veces me dapereza ir porque al día siguiente trabajo, pero estas reuniones son importantespara mí porque suponen mi único punto de contacto con el mundo fuera de latienda y la posibilidad de interactuar con mujeres «normales» de mi edad, asíque procuro ir cada vez que Miho me invita.

 Aquel día, Miho había invitado a Yukari, que iba con su hijo pequeño, aSatsuki, casada pero sin hijos, y a mí. Me presenté en casa de Miho con unatarta para acompañar el té.

Yukari, la que iba con el niño, había estado viviendo lejos de la ciudadpor el trabajo de su marido, así que yo llevaba tiempo sin verla. Mientrascomíamos la tarta que había comprado en el centro comercial de la estación,Yukari nos miraba y repetía: «¡Cómo os he echado de menos!», y nosotrasreíamos.

 —¡No hay nada como estar en casa! La última vez que vi a Keiko, acababa de casarme.

—Sí, es verdad. Todas te felicitamos e hicimos una barbacoa con las demás. ¡Cuántos recuerdos! —dije, mezclando el acento de Izumi con el de Sugawara.

—Te veo distinta, Keiko —observó Yukari, reparando en mi forma de hablar más expresiva—. Antes tenías un acento más pasota, ¿no? O a lo mejores por el peinado, que te da un aire diferente.

—¿Tú crees? Para mí no ha cambiado, pero igual es porque la veo a menudo —intervino Miho ladeando la cabeza.

Sin embargo, yo le di la razón a Yukari en silencio, pues el mundo que yohabía asimilado como propio sí había cambiado. Los componentes queformaban mi ser eran distintos, como si el agua que contenía mi cuerpo antesde tener amigas se hubiera evaporado casi del todo y hubiera sidoreemplazada por agua nueva.

Cuando nos habíamos conocido años atrás, casi todos mis compañeros detrabajo eran universitarios que vivían a sus anchas, y mi forma de hablar no 

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora