producto que nos llegaría al cabo de quince días y que al parecer sería todo unéxito. Ahora tenía la sensación de que el jefe me consideraba en primer lugaruna hembra humana y, en segundo lugar, una dependienta de la tienda.
—Si tienes cualquier problema, dímelo. ¿Entendido, Furukura?
—Eso, ¡eso! La próxima vez que salgamos a tomar algo tienes queapuntarte, aunque vengas tú sola —dijo Izumi—. Pero estaría muy bien quetrajeras a Shiraha, ¡claro! Intentaré levantarle la moral.
—¡Yo también quiero ver a Shiraha! —intervino Sugawara, que nuncahabía escondido su aversión por él—. ¡Invítalo a venir!
Yo no lo sabía, pero se ve que de vez en cuando salían todos juntos atomar algo. Incluso Izumi dejaba a los niños con su marido y se apuntaba alas fiestas en algunas ocasiones.
—A ti tampoco te haría daño alguna copita ocasional, Furukura.
Todos intentaban obligar a Shiraha a salir para tener la oportunidad desermonearlo.
Ante aquel afán de meterse en su vida, empecé a entender que soloquisiera esconderse.
Cuando Shiraha había dejado el trabajo, el jefe había sacado su currículoy, en lugar de tirarlo, había empezado a criticarlo con Izumi:
—Mira, fíjate. Dejó la universidad a media carrera, se matriculó en unaescuela técnica y también lo dejó.
—¿Y solo tiene un título de inglés básico? Vaya, ni siquiera tiene elpermiso de conducir.
Todos disfrutaban juzgando a Shiraha. Se podría decir que era unacuestión prioritaria, más importante que la oferta de onigiri a cien yenes launidad, el nuevo perrito caliente de queso o los vales de descuento para elplato del día que había que repartir.
En el ruido de la tienda empezó a haber interferencias. Si hasta entoncestodos interpretábamos la misma melodía, ahora cada uno de nosotros se habíasacado del bolsillo un instrumento diferente y había empezado a tocarlo,creando así una desagradable disonancia.
El que me daba más miedo era Tuan, el chico nuevo. Se había integradorápidamente en la tienda y empezaba a parecerse a todos los demás. Si lascosas hubieran continuado como hasta entonces, no habría sido un problema,pero ahora parecerse a los demás significaba que se estaba alejando muchodel prototipo de «dependiente».
Tuan, con lo responsable que había sido, hizo una pausa mientraspreparaba los perritos calientes y me preguntó:
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La Dependienta
Teen FictionAUTORA: Sayaka Murata el orden de las paginas no son como en el libro original.