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hermana. Descolgó ella misma.

—¿Diga?

 Todavía no era medianoche, y me pareció que aún no se había acostado.

—Perdona que te llame tan tarde. Espero no haber despertado a Yutaro. 

—No, tranquila, Yutaro está dormido y yo estaba relajándome un poco.¿Qué ocurre? 

Visualicé a mi sobrino durmiendo en la misma casa que mi hermana. Lavida de mi hermana progresaba. Al menos ahora tenía a alguien que antes noformaba parte de ella. Igual que mi madre, mi hermana también debía deesperar que hubiera algún cambio en mi vida. Como si de un experimento setratara, decidí decirle la verdad.

 —En realidad no es nada como para llamarte a medianoche. Verás, resultaque tengo a un hombre en casa.

—¿Qué? —preguntó con voz entrecortada, como si tuviera hipo.

 Cuando iba a preguntarle si estaba bien, soltó una exclamación deperplejidad que sonó casi como un chillido:

—¡¿En serio?! Es broma, ¿no? ¡Qué me dices! ¿Desde cuándo? ¿Cuántohace? ¿Qué clase de persona es?

—Muy poco tiempo, es del trabajo —respondí, sintiéndome acorralada. 

—¡Vaya! ¡Enhorabuena, Keiko!

Me desconcertó un poco que me felicitara de buenas a primeras, sininteresarse por los detalles.

 —¿Por qué me felicitas? 

—No sé cómo será ese chico, pero es la primera vez que me dices queestás con alguien. ¡Qué alegría! ¡Cuenta conmigo para lo que quieras! 

—¿Ah, sí...?

—Oye, si me lo has contado, ¿no será porque ya estáis pensando en...?Huy, perdona, no quería precipitarme.

 Mi hermana estaba más parlanchina que nunca. Al constatar suentusiasmo, no me pareció tan descabellada la idea de que el mundo actualera la Edad de Piedra disfrazada de sociedad moderna.

Sí, el manual existía desde siempre. Lo que pasa es que lo llevábamostodos grabados en la mente y no era necesario redactarlo. Volví a pensar queel modelo estándar de «persona normal» no había cambiado desde la Edad dePiedra.

 —Me alegro de verdad, Keiko. Sé lo mucho que has sufrido, y me alegrode que al fin hayas encontrado a alguien que te comprenda.

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora