Pensé que ya tendría tiempo de preocuparme por la mañana, así que saquémi futón y lo extendí en el suelo.
—Ahora estoy demasiado cansada, ya me bañaré mañana por la mañana.Puede que haga un poco de ruido a primera hora. Que descanses.
Me cepillé los dientes, programé la alarma del despertador, me acosté ycerré los ojos. De vez en cuando oía a Shiraha, que se movía intranquilo, peroel ruido de la tienda pronto me llenó la cabeza y el sueño me venció.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, Shiraha estaba durmiendo conlas piernas metidas en el armario empotrado, y ni siquiera se despertó cuandoentré en el baño.
Le dejé una nota que decía: «Si sales, deja las llaves en el buzón», y salíde casa para llegar a la tienda a las ocho, como de costumbre.
Como Shiraha había manifestado que no tenía la intención de quedarse enmi casa, supuse que ya se habría ido, pero al volver lo encontré allí.
Estaba sentado con los codos apoyados en la mesita plegable sin hacernada, tomando un zumo de uva de las latas abolladas.
—O sea, que todavía estás aquí —dije, y él se sobresaltó.
—Sí...
—Hoy me he pasado el día recibiendo mensajes de mi hermana. Nunca lahabía visto tan ilusionada por mí.
—Sí, así es. Tu hermana también piensa que es mucho más decente vivircon un hombre que ser la eterna solterona virgen a quien se le pasa el arroztrabajando por horas en una tienda.
Shiraha ya no era el chico aturdido y desconcertado del día anterior,volvía a ser el mismo de siempre.
—¿Y eso no es decente?
—¿A ti te parece correcto? Las personas que no aportan nada a lacomunidad no tienen privacidad. Todos se creen con derecho a pisotear susvidas con los zapatos llenos de barro. Las personas que no contribuyen a lacomunidad, ya sea casándose y teniendo hijos o saliendo a cazar y ganandodinero, son herejes. Por eso los demás se meten constantemente en sus vidas.
—Ya.
—Furukura, deberías ser más consciente de tu propia situación. Hablandosin tapujos, eres la más pringada de los pringados. Tu útero está envejeciendo,con tu aspecto físico difícilmente satisfarás tu deseo sexual y tu sueldo no esequiparable al de un hombre. De hecho, ni siquiera tienes un empleo fijo, sinoun trabajillo por horas. Lisa y llanamente, eres un lastre para la comunidad,un desperdicio humano.
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La Dependienta
Teen FictionAUTORA: Sayaka Murata el orden de las paginas no son como en el libro original.