—Aunque en el caso de Furukura se entiende, por sus circunstanciasfamiliares. ¿Verdad? —dijo.
—Sí, claro. Furukura no tiene más remedio. Además, en una mujer no eslo mismo que en un hombre —se apresuró a decir el jefe, y volvió al tema deShiraha sin darme tiempo a contestar—. Comparado contigo, Shiraha estáacabado de verdad. A veces lo veo jugueteando con el móvil mientras estáatendiendo en caja.
—Sí, ¡yo también lo he visto!
—¿En horario laboral? —pregunté sorprendida, interviniendo en laconversación.
Una de las reglas básicas de la tienda era no llevar el móvil encimamientras trabajábamos, y me resultaba incomprensible que se saltara unanorma tan sencilla.
—Siempre reviso las imágenes que se graban mientras yo no estoy.
Shiraha es nuevo, así que quería saber cómo trabajaba. A simple vista noparece que lo haga mal, pero es muy vago.
—Siento no haberlo vigilado más de cerca.
—No, Furukura, no tienes por qué disculparte. Últimamente estástrabajando con mucho ahínco. Nadie saluda a los clientes como tú. He vistolas imágenes de las cámaras y se nota que te lo tomas muy en serio. A pesarde que vienes todos los días, te dejas la piel en este trabajo.
Incluso cuando no estaba allí, el octavo jefe sabía que me desvivía por latienda.
—¡Muchas gracias, señor! —respondí enérgicamente.
En ese preciso instante, la puerta se abrió y Shiraha entró sin decir nada.
—Ah..., buenos días —saludó en un tono apagado.
Estaba tan delgado que no se le aguantaba ni el pantalón, y llevaba unostirantes que se insinuaban a través de la camisa blanca. La piel de sus brazostambién parecía pegada a los huesos, y costaba creer que un cuerpo tandelgado pudiera albergar un corazón.
—¡Llegas tarde, Shiraha! Tienes que venir cinco minutos antes paracambiarte y hacer el briefing matutino. Además, quiero que saques todas tusenergías al saludar por la mañana. Cuando abras la puerta del despacho, di«Buenos días» con todas tus fuerzas. Y otra cosa: solo está permitidoconsultar el teléfono móvil durante los descansos. Lo tienes escondido en lacaja, ¿verdad? Te he visto.
—Yo... sí, lo siento —acertó a responder Shiraha, aturdido—. Se..., serefiere a lo de ayer, ¿verdad? ¿Has sido tú, Furukura? —preguntó entonces,
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La Dependienta
Teen FictionAUTORA: Sayaka Murata el orden de las paginas no son como en el libro original.