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—Es verdad, no te lo he explicado. Suelo comprar las latas abolladas queno se pueden vender. Aparte de eso, solo puedo ofrecerte leche y aguacaliente.

—Tomaré café, entonces.

 En casa solo tengo una mesita plegable. Como el piso es pequeño, tuveque enrollar el futón y empujarlo hasta delante de la nevera. En el armarioempotrado tengo otro futón para cuando vienen a verme mi hermana o mimadre.

—Tengo un futón de sobra. Si no tienes adónde ir, puedes quedarte a vivirtemporalmente en mi casa, aunque no sea muy grande. 

—Quedarme a vivir aquí... —dijo Shiraha en voz baja, nervioso—. Esque soy un poco maniático con estas cosas, ¿sabes? Necesito tiempo paramentalizarme. 

—Si eres un maniático de la limpieza, no creo que te sientas a gusto en elfutón. Hace tiempo que nadie lo utiliza, y no lo he ventilado. Además, el pisoes antiguo y a veces hay cucarachas. 

—No, la higiene me trae sin cuidado, el piso que compartía tampocoestaba demasiado limpio. Me refiero a esto de presentármelo como un hechoconsumado, ¿comprendes? Como hombre tengo que ser cauteloso. ¡Pero siincluso has llamado a tu hermana! ¿No estás un poco desesperada, Furukura? 

—¿Qué tiene de malo? Solo quería ver cómo reaccionaba, por eso la hellamado. 

—Pues a mí estas cosas me dan miedo. En la Red circulan un montón dehistorias parecidas, y ahora veo que son reales. Dicen que, cuando una mujerintenta atraerte con tanto desespero, es mejor retirarse a tiempo. 

—Bueno, yo solo he pensado que necesitarías un sitio donde quedarteporque no tienes otro, pero si te sientes incómodo, te devuelvo la ropa y tevas. Todavía no he puesto la lavadora.

Shiraha farfulló algo que sonaba a «Bueno, si insistes...» o «No, si yo noquería...», pero no terminó la frase.

 —Y ahora, si no te importa, me voy a la cama, que es muy tarde. Ereslibre de irte, si es lo que quieres. Y si quieres quedarte a dormir, desenrolla elfutón tú mismo y acuéstate. Mañana tengo que estar en la tienda a primerahora. Hace dieciséis años, mi segundo jefe me enseñó que si mantenía laforma física y la salud bajo control, ya tenía ganada gran parte de mi salario.Eso significa que no puedo ir a la tienda con sueño. 

—La tienda, claro... —dijo Shiraha con voz atontada.

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora