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—Sí, ya lo sé. Pero no puedo trabajar fuera de la tienda. Hace años lointenté, pero resultó que solo sabía ponerme la máscara de «dependienta detienda». Por eso no puedo hacer nada, por mucho que me critiques.

—Por eso digo que el mundo de hoy no es completamente funcional. Ladiversidad de estilos de vida es hermosa, y el hecho de censurarla demuestraque no ha cambiado nada desde la Edad de Piedra. La natalidad sigue bajandoy el retorno a la Prehistoria se acelera, y el mundo se está convirtiendo en unlugar donde se juzga a las personas que no son útiles para la comunidad.

A pesar de que Shiraha me había atacado con severidad, ahora el objetode su indignación había pasado a ser el mundo. Yo no entendía con quién ocon qué estaba enfadado, solo parecía disparar indiscriminadamente con suspalabras al primero que encontrara.

—Al principio tu propuesta me pareció un disparate, Furukura, pero no esmala idea. Podríamos colaborar. Si me quedo a vivir en tu casa, seremos dospobres que viven juntos y puede que nos miren por encima del hombro, peroal menos callarán. Ahora mismo, tú eres una persona incomprensible para lasociedad. Ni estás casada ni tienes un empleo estable, por lo que no tienesningún valor para ellos. La comunidad margina a los que son como tú.

—Ya... 

—Yo estoy buscando esposa, y tú estás muy lejos de ser la candidataideal. Tienes un trabajo por horas y ganas poco, de modo que no podríasfinanciar mi proyecto, y precisamente por eso no puedo satisfacer tusnecesidades sexuales. 

Shiraha cogió la lata abollada como si fuera una botella de alcohol y dioun trago.

—Pero tú y yo tenemos intereses comunes, así que por ahora me quedaré. 

—Ya.

Saqué un refresco de melón con chocolate de la bolsa de papel quecontenía las latas abolladas y se lo ofrecí.

—¿Y qué ventajas tiene esto para ti, Shiraha?

Él hizo una breve pausa.

—Quiero que me escondas —dijo entonces en voz baja. 

—¿Cómo? 

—Quiero que me escondas del mundo. No me importa que me utilices yhables de mí con quien te dé la gana. Pero yo quiero estar aquí escondido.Estoy harto de que los demás, tanto los conocidos como los completosdesconocidos, se metan en mi vida. —Shiraha agachó la cabeza y dio unsorbo de la lata—. Si salgo a la calle, volverán a violarme. ¡Eres un hombre!

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora