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supuestamente llevaba en el pecho, le hice una pequeña reverencia y le di losbuenos días en voz alta, pero procurando no molestar a los clientes.

La chica pareció quedarse más tranquila. Me devolvió el saludo y volvió acentrar su atención en la caja. Al verme trajeada debió de pensar que eraalguien de la empresa. La seguridad en aquella tienda era a todas lucesinsuficiente si los empleados se dejaban engañar con tanta facilidad. Si yohubiera sido una delincuente, habría podido abrir la caja fuerte de la trastienday robar el efectivo de las cajas.

Pensé que tendría que llamarles la atención más tarde. Aparté la vista dela chica y vi que dos clientas mostraban interés por el producto nuevo que yoacababa de recolocar.

 —¡Anda, mira! ¡Han sacado estas chocolatinas de chocolate blanco! Hoylas he visto anunciadas. ¿Las probamos?

Una konbini no es un lugar donde los clientes compran mecánicamente loque necesitan, tiene que ser un lugar donde experimenten la alegría y lailusión de descubrir cosas que les gustan. Recorrí la tienda a paso rápidomientras asentía satisfecha.

A pesar de que era un día caluroso, nadie había repuesto las botellas deagua mineral y en los expositores más destacados no había ni un envase dedos litros de té de cebada, que eran los que mejor se vendían.

 Escuchaba la voz de la tienda. Comprendía inmediatamente quénecesitaba y qué estaba pidiendo. 

La cola terminó y la chica que estaba en la caja acudió hacia mí.

—¡Es increíble! Parece arte de magia —dijo al ver el mostrador de patatasfritas que yo había estado ordenando—. Hoy ha faltado una de miscompañeras. He llamado al jefe, pero no he podido localizarlo, así que me hequedado sola. Al menos ahora estoy contigo, que eres nueva. 

—¿Ah, sí? Pues te he estado observando en la caja y lo hacías muy bien,con mucha educación. Cuando termine la hora punta, no olvides reponer lasbebidas frías. Y los helados también. Cuando hace calor se venden muy bienlos polos, que son más ligeros. Procura tener el congelador siempre ordenado.Y he visto un poco de polvo en los estantes de artículos variados. Tienes quevaciarlos y limpiar. 

Había oído la voz de la tienda y ya nada podía detenerme. Era como si latienda me hubiera transferido sus necesidades y la imagen que deseabaofrecer. No era yo quien hablaba, sino ella. Yo me limitaba a transmitir elmensaje que ella me había revelado. 

—¡Entendido! —respondió la chica en un tono enérgico y confiado.

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora