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—No has terminado de ordenar las bebidas, ¿verdad? 

—Sí, ya he terminado. 

Al ver que no apartaba la vista del manual, me acerqué a él y le dijeanimadamente:

—Antes de consultar el manual, debes ordenar las bebidas. Esfundamental que te acostumbres a ordenar y saludar a los clientes. Si no sabescómo hacerlo, ven conmigo y te lo enseño.

 Regresé a la nevera con Shiraha, que parecía contrariado, y le expliqué laforma correcta de exponer las bebidas mientras lo hacía delante de él parademostrárselo.

—Tienes que colocarlas así, de forma que la parte frontal del productoquede de cara a los clientes. Y no puedes cambiar los envases de sitio. Aquívan los zumos de verdura, este es el sitio de la leche...

 —Este no es trabajo para un hombre —susurró Shiraha—. Las cosasfuncionan así desde la Edad de Piedra. Los hombres salen a cazar y lasmujeres los esperan mientras vigilan la casa y recogen frutos de los árboles yflores silvestres. Esta clase de tareas son más adecuadas para la estructuracerebral de las mujeres.

—¡Pero ya no estamos en la Edad de Piedra, Shiraha! Todos losdependientes de la tienda somos iguales, tanto los hombres como las mujeres.Ven conmigo a la trastienda, que hay que ordenar las existencias. Te enseñarécómo se hace.

 Saqué las existencias del almacén y le expliqué a Shiraha cómoordenarlas. Luego, volví rápidamente a mis quehaceres.

Fui a la caja registradora con las existencias de perritos calientes.Sugawara, que estaba reponiendo café, me miró con la frente arrugada.

 —Ese chico es un poco raro, ¿no? Se supone que ya ha terminado laformación y que hoy es su primer día, pero apenas ha tocado la caja todavía y,encima, ha venido a decirme que preparase yo los encargos.

—¡No me digas!

A mí me parecía que, fueran cuales fueran sus aspiraciones, era bueno queestuviera motivado por algo. Sugawara me sonrió levantando sus mejillasregordetas.

—Nunca te enfadas, Furukura. 

—¿Cómo? 

—Eres fabulosa. Yo no puedo con esa clase de gente, me ponen de losnervios. Es verdad que a veces te solidarizas con Izumi y conmigo cuando ves

La DependientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora