Hanna
09 de noviembreLa ciudad siempre tuvo ruidos extraordinarios, únicos. Había el constante martilleo de obras en reparación, las sirenas de las patrullas que perseguían a criminales, el grito desesperado de un bebé llorando, los taxis desesperado por llegar a su destino, Vera encontrando una oferta, en pocas palabras, ruidos normales de las ciudades. Nunca imagine que terminaría en un lugar como este, rodeada de naturaleza, animales que no pertenecen a un zoológico, aves cantando por todo el lugar, el ruido de un gallo, las vacas discutiendo entre sí.
—¿Sabes? No es necesario que te levantes temprano, solo es una taza de café, puedo prepararla yo mismo —informa, tomando un sorbo de la humeante taza.
Sonrío, manteniendo la vista fija en su camisa, esa misma que yo he escogido para él. El color azul sobresalta entre todas las demás prendas, además, combina con el sombrero color negro.
—Lo se.
Bostezo.
El sol aun no sale, todo se encuentra en penumbras a esta hora de la mañana, aun así, siempre me despierto antes para colocar la cafetera, pongo a tostar un par de panes normales para acompañar el café de Travis.
—Vuelve a la cama. te saldrán ojeras —ordena.
Gruño. Mal habito aprendido gracias a él.
—Hay algo de lo que quiero hablar. Mas bien... Quiero pedirte algo —divago, nerviosa.
—¿Qué?
Su mirada se clava en mí, distrayéndome con el color de sus ojos, poniéndome más nerviosa de lo que ya estaba.
—Quisiera ir a la ciudad. ¿Podrías llevarme?
Encierra su mano, formando un apretado puño.
—No —declara abruptamente.
Deja el desayuno a la mitad, dando largas zancadas en dirección a la salida, preparándose para salir a trabajar.
—¿Por qué? —lo intercepto.
Ladea la cabeza, frustrado.
—Hanna, la ciudad más cercana esta a tres horas. No tengo tiempo que perder.
—No es necesario, yo se conducir, puedo ir hasta allá —ofrezco otra alternativa.
No puedo estar un minuto más aquí, sin hacer otra cosa que no sea cocinar y lavar.
—No —pronuncia, saboreando cada letra.
—Soy buena conductora —intento convencerlo—, no voy a perderme o tener un accidente. Estaré de regreso en un cerrar y abrir ojos.
Estoy a punto de arrodillarme y suplicar.
—Serian siete horas afuera, más las horas que tardes haciendo lo que sea que vayas a hacer —se cruza de brazos—. Además, ¿en qué vas a ir? No tienes auto.
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Vida Soñada
Lãng mạnPor cientos de años, las personas destinadas a pasar el resto de su vida juntos se conocían en algún bar, parque, instituto, en el trabajo, incluso, en la calle. Siempre fue así, excepto para Hanna, quien al ya no tener nada que perder, decide encon...