Capitulo 29

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Creo que aquí es donde se contestan muchas preguntas, espero que lo disfruten ❤️❤️❤️

Travis

09 de enero

—No. De ninguna manera —objeta, observando el mismo objeto que yo.

—Hazlo —ordeno con voz autoritaria.

—No, ya he hablado. Es tu error, soluciónalo tu —señala.

Le dedico una mirada mordaz, suficiente para que se ponga a temblar esperando el golpe prometido.

Su cabellera negra brilla debajo de la farola, dándole algunas notas plateadas. Espero que no se traten de canas, de lo contrario, significa que no tardo en adquirirlas igual que él.

—Diego, entra ahí —apunto el contenedor de basura, enfadado por su actitud de niño.

—¿Por qué no lo haces tu? —escupe la pregunta con disgusto.

Suelto un gruñido lleno de frustración.

—Porque al terminar aquí, iré directo hacia mi esposa, me pondré de rodillas y le rogare que me perdone. No quiero hacerlo mientras huela a desechos tóxicos —explico, sabiendo que tendré que implorar por su perdón.

Lo merita, analizando mis palabras.

—No, sigo convencido de que tu deberías hacerlo —determina, sonriendo.

Mis hombros suben y bajan al ritmo de mi pesada respiración.

Me aproximo a él, manteniendo la compostura.

—Diego —intento sonar calmado y amenazador al mismo tiempo, consiguiendo intimidarlo—, más vale que entres ahí en los próximos cinco segundo, de lo contrario, me encargare de nunca mas venderte algún producto de mi rancho, dejándote sin suministros —amenazo, encarándolo.

Traga, aterrado.

Sin mas opción, dobla las mangas de su camisa, preparándose para entrar al contenedor de basura.

—Esto es una completa locura —susurra, arrepentido de lo que está por hacer.

Con un salto audaz se mete al interior del bote, aterrizando encima de la basura.

—¿Por qué diablos tuvimos que tirar el cuadro en el deposito del pueblo? —lamenta, caminando entre los objetos que las personas han arrojado aquí.

—Quería tener esa cosa lo mas lejos de mi —recuerdo, bajando la voz—. Me hacia pensar en lo que había hecho. Que se fue sin mirar atrás.

Asoma su cabeza por encima del borde de metal, mirándome con el ceño fruncido.

—¿Hacer qué? —entrecierra los ojos—. Me llamaste diciendo que ella te había abandonado. Dijiste que se fue para siempre —acusa, señalándome con un dedo.

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