Golpeo la puerta con mi puño, sin parar.
—Abre la maldita puerta, Cassidy —ordeno, parada frente a su casa.
No importa que el frio se cuele en mi sistema, en mis huesos, congelando todo. Lo único que me importa es descubrir quien es esa mujer de la que Travis habló anoche.
—¡Ya voy! —grita, ronca.
Abre la puerta a los segundos, observándome con su mirada soñolienta, vestida con una pijama de hombre.
—Vaya —se recarga sobre el marco de la puerta—, ya se te han pegado los pésimos modales de mi hermano.
Ruedo los ojos, deteniéndome a media acción. Quizás tenga razón, sí que estoy adoptando las malas mañas de Travis.
—Necesitamos hablar —Cambio de tema, sonando seria.
Su cara cambia por completo, comprendiendo la situación, se hace a un lado, dejándome pasar al interior de su casa.
—¿Qué necesitas?
La sigo a la cocina.
—Necesito saber quién es ''ella'' —demando.
Hace una mueca, confundida.
—Tu hermano llegó ebrio a medianoche. No sé qué le pasó, pero comenzó a decir que lo iba a dejar —explico, desesperada—. Dijo que lo dejaría igual que ella, así que, he pasado todo este tiempo rebanándome los sesos, intentando descubrir quien es ''ella''. ¡Me estoy volviendo loca!
Su rostro se vuelve pálido, consternado.
—¿Te habló de ''ella''? —cuestiona, incrédula.
La furia crece dentro de mí.
—¡Si! aun no se quien es ''ella''. ¿Por qué no me lo dices? —animo.
No es capaz de producir sonido alguno, sigue ahí, con la taza de café en su mano, temblorosa.
Me cruzo de brazos, a punto de llorar.
—¿Travis tenia a otra mujer antes de mí? ¿Soy un tipo de premio de consolación?
No quiero hacer especulaciones que no son, sin embargo, el que no diga nada solo hace que miles de teorías lleguen a mi cabeza, jugando una mala pasada.
—¿Quién es ''ella''? ¿Estoy luchando contra un fantasma? —presiono, explotando.
—Nuestra madre —deja escapar.
Esas dos palabras me dejan desorientada.
Me dejo caer hacia atrás, tomando asiento en la silla.
Ahora soy yo quien la mira sorprendida.
—¿Qué?
Se sienta en el lado opuesto, expuesta ante mis ojos curiosos.
—Travis te habló de nuestra madre —revela, asimilando las palabras amargas.
—No lo entiendo.
Se encoje en su lugar, igual de vulnerable que Travis.
—Travis se refería a nuestra madre. Ella nos abandonó cuando éramos unos niños. No le importó, solo se fue.
Me siento como la peor persona del mundo.
—Ya nunca más volvió a hablar de ella, tampoco mi padre. Creo que ambos se sumieron en la soledad —relata—. No lo recuerdo con exactitud, era demasiado chica como para saber que sucedía —su voz se apaga.
—¿Qué edad tenías?
—Once.
—¿Y Travis? —me atrevo a preguntar.
—Quince. Ya han pasado más de veinte años, pero, aun así, la herida sigue abierta en él. Era lo suficientemente grande como para recordar cada cosa.
—No lo entiendo. ¿Por qué alguien querría abandonarlos?
Se encoge de hombros, bajando la vista.
—No lo se. Lo único que sé es que, Travis nunca le hablaría sobre ella a alguien, así que, eres muy especial para él.
Siento pena por Travis y Cassidy, bueno, por sus versiones más jóvenes, aquellos quienes perdieron a su madre porque esta decidió marcharse.
—Papá murió en la soledad, triste porque su esposa lo abandonó. Travis iba por el mismo camino, siguiendo los pasos de él. Es por eso por lo que —coloca su mano sobre la mía— estas aquí. Por eso te traje con engaños. Fue algo estúpido, pero es el resultado de la desesperación que sentía. No quiero el mismo destino para Travis.
Ni yo.
—Debo volver. Travis estaba dormido cuando me fui, se preocupará —me excuso.
Asiente, estando de acuerdo.
Manejo de vuelta al rancho, casi como si lo hiciera en automático. Mi mente sigue pensando en lo que dijo Cassidy, en lo que realmente significa.
Dejo las llaves sobre la mesa de la entrada. Me quito el abrigo, colgándolo.
—Hola —saluda, asoma su cabeza desde la entrada de la cocina.
Sin decir nada, me aproximo a él, coloco mis manos sobre sus mejillas, acercándolo a mi para poder besarlo.
Prolonga el beso, llevando sus manos a mi cintura, manteniéndome pegada a él.
No es un beso sensual, es algo mas que eso, como si nos estuviéramos comunicando a través de esa pequeña unión.
—¿Tienes hambre? —indago con una enorme sonrisa en los labios.
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Vida Soñada
RomancePor cientos de años, las personas destinadas a pasar el resto de su vida juntos se conocían en algún bar, parque, instituto, en el trabajo, incluso, en la calle. Siempre fue así, excepto para Hanna, quien al ya no tener nada que perder, decide encon...