Capitulo 12

1.4K 204 22
                                    

Hanna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hanna

20 de noviembre

Sigo observando el techo, enfocada en las distintas marcas en él.

Pensé que anoche soñé a Travis, sujetándome entre sus brazos, susurrando confortantes palabras de aliento en mi oído, creí que había sido un sueño excelente. Esta mañana, cuando abrí los ojos en un lugar poco conocido, descubrí que no se había tratado de un sueño.

Esta es la realidad. Estoy casada. Casada con Travis.

La luz comienza a filtrarse a través de la cortina de la ventana, los primeros rayos de sol me saludan, recordando la hora exacta. Después de esperar por un par de minutos, decido que ya es suficiente de tanta pereza.

—Travis —susurro.

Ya no siento mi brazo izquierdo, puesto que Travis ha decidido usarlo como almohada, en realidad, todo mi cuerpo ha sido utilizado con ese propósito.

—Travis —vuelvo a llamarlo, sin ningún éxito.

Deslizo mi brazo en mi dirección, lejos de su cabeza.

—Mmm

Mi movimiento parece molestarlo, se remueve, frotándose contra mí.

El aire escapa de mis pulmones cuando Travis aprieta su agarre en mi cintura.

—Travis —le doy pequeños golpes en el brazo que aprisiona parte de mi estómago.

Su cabello castaño pica bajo mi barbilla, recordándome que debo insistir en un corte de cabello urgente. El sombrero que suele usar terminará botando fuera de su enorme cabeza de no hacerlo.

—Travis, es hora de despertar —lo remuevo.

Se aferra más a mí, igual que un niño pequeño a su madre el primer día de clases.

Sonrío.

¿Por qué terminar con esto?

La respuesta es fácil y sencilla. Travis debe ir a trabajar, por más que quiera, no puedo retenerlo aquí, conmigo. No tengo un reloj a la mano, pero sé que, su hora de partida ya ha pasado por lo mínimo una hora.

—Travis, debes ir a trabajar.

Entierra su rostro en mi cuello, evadiéndome.

—No quiero —refunfuña, adormilado.

—¿Por qué? —entrecierro los ojos.

Me suelta, girándose sobre su lugar, dándome la espalda.

El frio me invade cuando su brazo ya no se encuentra sobre mí, la ausencia trae consigo el frio clásico del invierno.

Hago una mueca.

Sin querer dejar las cosas así, decido seguirlo, recreando su acción, termino frente a su ancha espalda, reparando en que trae puesta la misma ropa que uso en nuestra boda.

Vida Soñada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora