Capitulo 24

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Hanna

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Hanna

15 de diciembre

Siempre sentí que el tiempo se iba volando cuando estaba en este rancho, las horas parecían segundos. Estos dos días han sido una completa tortura. Es como si hace un mes hubiera visto como Travis partía lejos del racho, prometiendo que solucionaría mis problemas.

No he recibido ni una sola llamada de él, nada que me explica que es lo que sucede. Al menos, quisiera estar al tanto del lugar donde se encuentra, descubrir si llego bien.

Vuelvo a estar sola, sumida en un pozo de agua que crece con el paso del tiempo, pretendiendo ahogarme.

La incertidumbre crece poco a poco, agobiándome.

Mi vista sigue perdida, sin aterrizar en un punto especifico, solo permaneciendo en aire. Mi mente se encuentra atestada de millones de preguntas, afligiéndome.

Ya no me quedan uñas que morder, ni esmalte que sobreviviera a mis nervios.

La noche ya ha caído hace varias horas, los trabajadores terminaron su jornada laboral y se fueron, como si nada estuviera pasando.

Diego vino varias veces para poder comprobar que todo seguía su curso. No dijo nada sobre el paradero de Travis, al igual que una tumba, no emitió sonido alguno.

¿Dónde estás, Travis?

Observo el anillo en mi dedo anular, mirando la hermosa piedra en la sortija. He jugado con el por mas de una hora, lanzando preguntas sobre el futuro.

¿Cuánto tiempo mas podre disfrutar de esta sortija?

Sin poder seguir sentada en el sofá por más tiempo, me levanto de esa trampa mortal, dispuesta a encontrar cualquier cosa que pueda distraerme.

No logro avanzar demasiado antes de que las farolas de un auto se reflejen en las ventanas, filtrando la luz al interior de la casa, alertándome.

—Travis —digo con esperanza, añorando que se trate de él.

No pierdo tiempo, me apresuro a abrir la puerta, encontrándome con sus ojos marrones y su cabello castaño.

Puedo sentir como el aire llega a mis pulmones, enviando una bocanada de aire puro, dándome cuenta de que, en realidad, dejé de respirar adecuadamente desde que él se fue.

Freno mis pasos al ver su rostro, mirándome de la misma manera en la que lo hizo hace dos días, cuando creyó que lo estaba engañando.

Sus ojos se oscurecen al enfocarme con claridad, dejando caer el peso de su mirada en mí, castigándome.

La noche es fría y oscura, ajustada al humor de Travis.

—Debemos hablar —pronuncia con voz ronca, autoritaria.

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