Capitulo 4

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Hanna

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Hanna

23 de octubre

—¿Y si es un pervertido? —interroga, alarmada.

Termino de doblar la última pieza de ropa. Por suerte, Travis cuenta con un adecuado sistema de lavado, fue una sorpresa enorme el encontrarme con una lavadora y una secadora actualizada.

—No lo es —afirmo.

—¿Como lo sabes?

Lo merito, sabiendo que no conozco casi nada de Travis.

—Solo lo sé —afirmo.

No puedo juzgarlo por completo, tampoco quejarme.

Una noche de alojamiento se convirtió en tres más. Sinceramente, Travis nunca podrá entender lo mucho que esto significa para mí. Le reclame a Cassidy por haberme apartado de mi vida normal, pero el hecho es que ya no tenía una vida, estaba a punto de vivir debajo de un puente, literalmente. Tenía una hermoso departamento en un edificio de treinta pisos, conducía un auto que costaba más que tres salarios juntos, vestía ropa de marcas reconocidas. Sin embargo, al haber cometido el error que mando todo a la borda, los abogados y la empresa de seguros se encargó de arrebatarme todo, vendieron mi auto, mi departamento, todo lo liquidaron, vendí lo poco que tenía para poder tener algo en mi billetera, la mayor parte de la ropa la entregué a tiendas de segunda mano, pagaron una miseria por ella, pero lo suficiente para tener un plato de comida.

—Hanna, cariño —suaviza su tono de voz—, ¿por qué no vuelves a casa? Yo puedo pagar la deuda, darte una mano hasta que puedas anivelarte. Se que mi padre también haría lo mismo.

Me dejo caer sobre la cama, derramando un par de lágrimas, sabiendo que Vera no puede verme a través del teléfono.

No tuve las agallas para contarle que todo había sido una farsa, no había un hombre esperándome al final del pasillo, ni un hogar en el cual refugiarme.

—Vera, no podría pedirte eso. Tú y tu padre ya han hecho suficiente por mí, agregar mas no es una carga que quiera tener en mi conciencia.

Mi mejor amiga se queda en silencio al otro lado de la línea, asustándome.

—Sabes que no lo hacemos de mala fe. Eres de la familia, haríamos cualquier cosa por ti.

Una gran mentira. Tengo mi propia familia, a diferencia de que no se han ganado el título, solo un odio inmenso.

—Te quiero, Vera. Debo irme, hablamos después.

Cuelgo la llamada, huyendo de sus innumerables reproches.

El dolor en mi pecho no desaparece, por más que intento, solo parece aumentar, haciéndome sollozar.

Vera y yo somos mejores amigas desde que éramos niñas, nuestras vidas eran totalmente opuestas, y, aun así, congeniábamos de maravilla. Su padre siempre tuvo un gran cariño por mí, aun me ve como una hija, incluso, cuando termine la educación básica, él se encargó de que mis estudios no quedaran estancados, me proporciono una beca para estudiar una carrera, lo que no podía comprar, él lo pagaba, siempre se aseguró de que no me faltara nada. Tenía dieciséis años cuando fui a parar a su casa, dejo que me quedara. Nunca podría pagarle todo lo que ha hecho por mí, moriría antes de aceptar que se encargue del gran problema en el que estoy metida. Quizás para ellos no sea nada, pero para mí lo es todo.

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