Hanna
Dejo la paleta de pinturas sobre el taburete, teniendo cuidado de no rozar la pintura.
Cada músculo de mi cuerpo ruega por un poco de piedad, clemencia ante las arduas horas de trabajo que he realizado en esta habitación.
Aproveché la ausencia de Travis para poder avanzar a la restauración de las pinturas de la galería de artes que me contrató.
Me estiro, escuchando como truenan algunas partes de mi cuerpo, liberando la tensión retenida.
Decidiendo que ya es suficiente, apago las luces de la habitación, dejando en penumbras el estudio improvisado que Travis hizo para mí. Lo menos que quería hacer es causarle problemas, hacer que tuviera que invertir dinero en mí, aun así, decidió adaptarla para mí, haciendo que mi trabajo sea mucho mas sencillo.
Ahora mas que nunca, debo tener cuidado con las obras de arte, no quisiera que se repitiera lo de antes. Sigo sin poder salir de ese problema, lo menos que me conviene es meterme a otro parecido.
Ya es mas de medianoche y Travis no ha regresado. Según yo, el hombre no esta tan sociable como para aguantar una fiesta de cumpleaños por más de tres horas.
Voy apagando las luces conforme paso los pasillos, terminando en el recibidor, agotada y con ganas de mandar al mundo por un tubo.
—Venga, ya hemos llegado a tu casa.
Frunzo el ceño, camino hacia la entrada, curiosa.
—Pero es que te he dicho que no quiero ir a casa. Quiero que me lleves con ella.
—Amigo, estas más borracho que Diego, no sabes lo que dices.
Abro la puerta, recibiendo a Travis colgado del cuello de un hombre y a Edgar vomitando en uno de los arbustos de las escaleras.
—Es que, yo quiero ir con ella.
—¿Travis? —el frio aire debilita mi voz.
—¡Cariño! —alza los brazos, entusiasmado. Se mare a los segundos, así que el desconocido se apresura a volver a sostenerlo.
—Vamos, hombre —insiste, conduciéndolo.
Me acerco con cautela, sin poder creer que Travis este frente a mí, borracho y comportándose como un niño.
—Hola, soy Emilio —saluda el moreno, brindándome una sonrisa.
—Hola —devuelvo el gesto.
—No coquetees con mi esposa —advierte Travis, señalándolo con un dedo.
Ayudo a Emilio a llevar a Travis al interior de la casa, ambos lo dejamos en uno de los sillones.
—Debo irme. Tengo que llevar a Edgar a casa, además, Diego esta inconsciente en mi camioneta —explica cerca de la puerta.
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Vida Soñada
RomancePor cientos de años, las personas destinadas a pasar el resto de su vida juntos se conocían en algún bar, parque, instituto, en el trabajo, incluso, en la calle. Siempre fue así, excepto para Hanna, quien al ya no tener nada que perder, decide encon...