CAPÍTULO 30

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La última noche tuve pesadillas

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La última noche tuve pesadillas.

Hacía años que no las tenía. Había pasado cuatro días con Fabio, soportando que me besara, que me tocara como si yo le perteneciera y aguantando todos y cada uno de sus insultos. Hacía dos días que estuvo a punto de sobrepasarse conmigo. Pero entonces Miranda vino hecha una furia, diciendo que Damiano la estaba chantajeando con un audio que tenía en el que ella confesaba que me tenían retenida. Fabio perdió la cabeza, empezó a tirar muebles y a romper todo lo que tenía a su alcance. Ambos especularon durante un buen rato y cayeron en la cuenta de que Damiano podría haber seguido a Miranda y entraron en pánico.

Los escuché recogiendo cosas a toda prisa. Yo estaba atada a la cama, incapaz de poder moverme y sin apenas voz para gritar. Pero una lágrima de puro alivio resbaló por mi mejilla al pensar que estaban acorralados y tenían que parar esta tortura. Un Fabio nervioso y con cara de pocos amigos entró al cuarto y se agachó a mi lado.

— Te voy a matar, Amalia — me susurró al oído — Puedo que no hoy, quizá tampoco mañana, pero te encontraré, pequeña. Acabaré contigo.

Mi corazón pareció dejar de latir. Había sido una promesa salida de la boca de alguien que estaba claro que no tenía conciencia ni remordimientos. ¿Estaría dispuesto a llegar a ese punto? ¿Tan grande era su odio hacia Damiano como para querer terminar con mi vida?

Después me golpeó. Estuve inconsciente durante horas, pero cuando desperté realmente pensaba que habían pasado años. Mi cabeza daba vueltas y mis oídos estaban entaponados cuando abrí los ojos y me encontré con un rostro asustado y confundido.

Damiano me había encontrado. Lo había hecho. Se apresuró a desatarme y me envolvió con sus brazos. Yo apenas había comido en cuatro días, así que pienso que me debería de ver horrible. Él no me presionó para hablar. Estaba claro que los otros dos se habían largado antes de que Damiano llegara.

— Has... venido...por mí — tartamudée.

Él me frotó las palmas de las manos por la espalda.

— Claro que he venido por ti — me contestó como si fuera una obviedad.

Estaba muy débil. Él no se apartaba de mí. Yo me sentía segura después de todos esos días de absoluto calvario. El cantante me ayudó a vestirme con unas prendas que había encontrado por el piso. Odiaba que fueran de Miranda. Pero no podía seguir con mi ropa rasgada y sucia.

Fuimos directos a la policía para denunciar a Fabio y a Miranda. Damiano tenía el audio en el que ella lo confesaba todo y yo tenía el cuerpo lleno de arañazos y algunos moratones. Nos dijeron que harían todo lo que estuviera en su mano. Los policías llamaron a mis padres porque soy menor de edad. Hablé con ambos e intenté inventarme que había sido algo muy breve y apenas grave. No quería contarles la realidad.

Damiano no soltaba mi mano en ningún momento. Insistió en que fuéramos al hospital, pero yo estaba tan cansada que solo quería irme a casa. Fue difícil convencerlo, pero cedió. En parte porque creo que se dio cuenta de que no era muy buena idea llevarme la contraria.

Inferno {Måneskin Fanfic}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora